Por: Jesús Alberto Aguilar Guerrero.
Se nos vino a pique la seguridad en varios sectores de Colombia, que hoy se ven sumidos en la tristeza, el abandono y el desdén del Estado; esta situación que se acrecienta cada día más en el territorio Caucano, después el Catatumbo y ahora en el Choco, genera mucha preocupación ya que si analizamos desde hace más de cincuenta años de conflicto armado han marcado la forma en la que los medios de comunicación tenemos que enterar al pais de lo que esta pasando; el pasado miércoles 19 de febrero de 2025, los ataques fueron en serie, pues sucedieron en el Norte de Santander, y en el Cauca, (Popayán y El Plateado – Argelia), generando la zozobra y el clamor de las comunidades; para nadie es un secreto este flagelo, esta asociado con los riegos ya emitidos y mencionados en las alertas emitidas, para los territorios donde existen confrontaciones, paro armado, explosiones y afectaciones en centros hospitalarios o de campaña; últimamente también el departamento del Valle afronta este flagelo de la guerra atribuido siempre a grupos armados ilegales, a quienes se les ha solicitado el respeto al Derecho Internacional Humanitario y respetar a la población civil.
Ojala que los estrategas de las Fuerzas Armadas de Colombia y el nuevo Ministro de Defensa Nacional, se logren trazar medidas necesarias para que se restablezca el orden publico que ya se salió de las manos, debido a que no cuenta con la sección de inteligencia que gestara los anuncios necesarios y se lograra actuar de manera preventiva y evitar que la violencia, la desolación, las muertes, los desplazamientos, la tristeza y llanto, aumentaran en sectores donde mestizos, campesinos, afrodescendientes e indígenas, vienen sufriendo estas acciones ilícitas. Todo esto es el resultado de entrevistas a los victimarios y sus versiones acerca de hechos de violencia y relaciones con los afectados, paralelamente buscando historias y testimonios de las víctimas, entendiendo la necesidad de acceder a los archivos de la memoria histórica, preguntando siempre por los fenómenos como el reclutamiento, la desaparición o el devenir de entidades como las comisiones de la verdad que se desplazan a diario por los lugares del conflicto, sin poder remediar que desde ya se anuncia y se encuentra en alerta el desplazamiento forzado en zonas rurales de Colombia, encendiendo alarmas sobre un creciente éxodo, advirtiendo siempre la influencia de grupos armados ilegales (GAI), en los campos colombianos; todo esto es comparativo a episodios que cuando otros grupos fuera de la ley se disputaban territorios donde siempre la preferencia son los cultivos y el tráfico de coca, marihuana y amapola.
Ante esta preocupante situación, hemos conocido que se vienen presentando diferentes reuniones, además de la continua instalación de puestos de mando unificados (PMU), donde se han propuesto continuar con el agendamiento y continuo seguimiento de las alertas que se han emitido con antelación, sugiriéndose que se permita iniciar compromisos renovados que generen excelentes resultados y se logre la pacificación de muchas zonas, reiterando la disposición necesaria y voluntad con las autoridades para obtener la neutralización de este flagelo; teniendo en cuenta que las instituciones son más fuertes que las armas de los ilegales. Lo único cierto es que todos estos conflictos armados vienen generando terror, obligando a miles de familias a abandonar sus hogares buscando seguridad, no sin antes emitir pronunciamientos solicitando a las autoridades para que se tomen medidas preventivas y refuercen la presencia en regiones vulnerables, al tiempo de pedir a la comunidad internacional brindar el apoyo necesario y brindar la atención para la protección de los civiles. Amigos lectores, Dios nos guarde y proteja.