Por: Juan Carlos López Castrillón
Hay una historia muy conocida de un hombre que se encuentra con un “genio” y este le ofrece un solo deseo, advirtiéndole que de aquello que pida su vecino recibirá el doble. El hombre, sin vacilar, pide que le saque un ojo, reflejando así una de las mayores debilidades de nuestra naturaleza humana, sobre la cual encontramos ejemplos en la casuística local. Voy a citar algunos.
El alcalde de Popayán no quiere que el refugio animal entre a prestar sus servicios, que benefician a miles de animalitos vulnerables, así la obra esté terminada al 100%, comprados equipos, muebles, enseres, quirófonos, medicamentos y cuente con los recursos para funcionamiento disponibles (pese a que algunos desinformados insistan en decir que no). Prefiere afrontar un desacato judicial antes de dar al servicio una obra, solo porque fue iniciativa de otra administración.
Algunos prefieren que Temistocles Ortega siga gozando de la tranquilidad de su aparente retiro antes de entender que al Cauca le conviene tener un senador más, sin importar el partido o ideología que representa.
Unos pocos lectores del periódico El Liberal quisieran que este dejara de circular y quedarnos sin el medio de mayor historia y tradición de la región, así sea virtualmente (que a propósito funciona bastante bien) con tal que sus directivas no tengan margen de influencia.
Los más de 200 copropietarios del lote identificado como manzana 99, antes conocida como la del centro comercial Anarkos, no toman decisiones – ni rajan ni prestan el hacha – esperando equivocadamente que alguien venga a ofrecerles el meganegocio y no se dan cuenta que cada día que pasa sus derechos en la copropiedad valen menos, sin importarles que estéticamente es un adefesio para el centro histórico.
Quienes bloquean recurrentemente la vía panamericana, a veces por temas de pequeña dimensión, creen que con ello llaman la atención de la sociedad y el gobierno, cuando lo que consiguen es el inmenso rechazo de la gente y el perjuicio de una economía que está al borde de su paciencia.
En fin, podría seguir mencionando un listado largo de casos, pero el punto es ¿qué hacer para que en lugar de pedirle al genio que nos saque un ojo podamos superar ese sentimiento de envidia o resentimiento que los seres humanos a veces almacenamos en nuestro subconsciente? Ese peligroso sentimiento al cual le damos salida a través de distintas formas, entre ellas el chisme malévolo y el comentario sin soporte.
Conclusión: somos una especie llena de defectos, pero dentro de ese listado uno que le hace un gran daño a la salud mental es el de la envidia, la cual termina siendo un veneno para quien la siente y expresa. Y está claro que se envidia con más fuerza lo que está cerca.
El antídoto para esto, que además está catalogado sabiamente como pecado capital, es transformarla en reto personal, buscando que se convierta en “envidia de la buena”, como el “colesterol bueno”, esa que nos motiva a superar cualquier sentimiento de inferioridad y a trabajar por ser mejores. Pero bueno, quizás eso es pedir demasiado, pues al fin y al cabo siempre habrá alguno que prefiera quedarse con un solo ojo.