CARLOS E. CAÑAR SARRIA – carlosecanar@hotmail.com
El presente será un año de mucho movimiento desde el punto de vista electoral. Se comienzan a mover fichas para las elecciones legislativas y presidenciales de 2026. El tiempo transcurre muy rápido, a medida que pasa va subiendo la temperatura política en la definición de precandidaturas y candidaturas.
Suenan nombres de precandidatos en especial para las presidenciales. Tantos, que es difícil prever en qué terminará este asunto. No pocos son producto de la especulación, de querer figurar; a cualquiera le da por imaginar o proponer precandidatos para ir tramando a la gente por si les suena la flauta; pero la verdad es que muchos no tienen opciones de poder.
Por lo visto el año 2025 será un año activo en asuntos de proselitismo político. Y como casi siempre, muchos serán los llamados y pocos los escogidos.
Resalta mucho la atención, la recurrencia a la acostumbrada modalidad de algunos precandidatos de pretender abrirse camino en la lucha política, despotricando de los gobernantes de turno, a quienes no les reconocen nada bueno. Se trata de implementar un bloque político de todos contra Petro, pero sin discurso porque ya no les cabe el argumento de que nos volvimos como Cuba o Venezuela; que se abandonó el capitalismo por la adopción del socialismo y comunismo; que las expropiaciones, que la desaparición de la propiedad privada, es decir, cosas que no se han dado ni se darán.
Hasta el momento, la llamada oposición aún no posee un discurso coherente que permita concretar y conectar unas propuestas originales que resulten interesantes a los potenciales electores. Paloma Valencia, la Cabal, el nieto de Turbay Ayala y otros representantes del uribismo, no despiertan expectativas que logren predecir el rescate del poder.
Da grima ver y escuchar a ciertos personajes que cuando tuvieron o tienen la oportunidad de detentar el poder, poco o
nada hicieron o hacen en beneficio de las comunidades que han dicho y dicen representar y ahora en sus discursos fungen como redentores ante complicadas problemáticas nacionales, muchas de las cuales contribuyeron a formar.
De otro lado, hay expectativas porque seguramente la izquierda democrática ya está pensado en la conformación de un gran bloque político de corte popular, que le dé continuidad a los programas sociales de cambio del actual gobierno del presidente Petro.
El sofisma de que el presidente Petro se pretende perpetuar en el poder, debe desaparecer; el mandatario ha sido reiterativo en que va hasta el 2026, de acuerdo a la Constitución Nacional y a sus convicciones políticas de demócrata.
Problemas nacionales como la pobreza e indigencia, la inseguridad, la violencia, la falta de credibilidad en las instituciones que se dicen democráticas,en especial del Congreso; además del flagelo de la corrupción, entre otros, serán temas ineludibles en el discurso y en el espectro político de la geografía nacional.
El principal reto que tiene este Congreso es dejar de obstaculizar las grandes reformas sociales del actual gobierno y actuar con sensibilidad social y sin mezquindades.
Por su parte el presidente Petro debe aprovechar al máximo el poco tiempo que le queda para hacer realidad su programa de cambio y así devolver la fe y esperanza a los colombianos; debe ser crítico pero también autocrítico para poder corregir los errores y direccionar los caminos donde sea necesario, incluyendo su política de Paz Total.