Por: Cayo Betancourt – cayobetancourt@gmail.com – @cayobetancourt
La gestión del tiempo es fundamental, especialmente cuando existe una cantidad de tareas que deben cumplirse en un plazo determinado. La necesidad de gestionar adecuadamente el tiempo surge de su característica fundamental: El tiempo es irremplazable, lo cual indica que una vez consumido, no se puede volver atrás. Una de las condiciones más abrumadoras en el entorno corporativo es la cantidad de distractores que desvían la atención de las personas, esto sumado a la hiper-información, genera un contexto idóneo para perder el foco, por lo tanto una tarea que podría tomar dos horas bajo la mejor estimación, al rodearla de distractores su duración fácilmente se extendería por el doble del tiempo inicialmente planeado.
Crear un entorno de trabajo saludable es el primer paso para mejorar la gestión del tiempo, en este contexto la disciplina juega un papel fundamental, porque al tener la conciencia de las actividades que se convierten en distractores, con la disciplina es posible aislarlos y generar un foco en la tarea para evitar reconectarse a esta y poder concluirla en menor tiempo con mayor calidad.
El Dr. Cal Newport en su libro Deep work, indica que es posible entrenar el foco, donde las personas de manera paulatina pueden practicar sesiones cortas con una duración inicial de diez a quince minutos hasta llegar a cuarenta y cinco minutos o más. En este contexto la disciplina es fundamental, especialmente para mantener un ritmo asociado a las actividades y evitar distracciones internas y externas. Cuando se trabaja en el foco, es importante generar una rutina, por ejemplo leer siempre a las ocho de la noche o a las tres de la tarde, con una disciplina constante se logrará generar un hábito que permita avanzar en una actividad que se ejecuta de manera periódica. Cuando las personas efectúan una labor placentera, tienden a memorizar el contexto y mediante la memoria de las emociones, es posible recordar cómo se sintió al leer un libro cada día en la sala de su casa o a las diez de la mañana con una taza de té o café. El proceso recurrente refuerza las emociones y genera un hábito basado en recuerdos agradables.
Iniciando este año (dos mil veinticinco), creería que muchas personas hicieron sus promesas de año nuevo, entre las cuales podrían estar un ahorro continuo para evitar comprar cosas a crédito, la llamada semanal con aquel familiar que se distanciaron tiempo atrás o la visita diaria al gimnasio. Frente al tema del gimnasio, es posible que usted haya planeado una rutina para mantenerse en forma, bajar aquellos kilos de más que le indicó el médico o simplemente por mejorar su salud, desafortunadamente muchas personas se inscriben a un gimnasio para tomarse un par de selfies al iniciar el año y no regresan hasta varios meses después, tal vez usted no lo recuerde, pero seguramente los administrativos o su entrenador si. La diferencia con aquellos que se “sacrifican” está en la observabilidad de resultados, porque una rutina diaria junto con la dieta apropiada podría mostrar un cambio en algunas semanas, lo importante es mantener esa ruina que le permite alcanzar una pequeña meta en el corto plazo.
Iniciar una rutina puede presentar ciertas barreras, como levantarse más temprano o visitar el gimnasio al llegar de la oficina, la diferencia está en vencer esas barreras iniciales y crear un hábito, este contexto aplica para aquellas tareas que usted tal vez procrastina porque no se siente atraído por su ejecución.




