Por: Diego Fabián Bolaños Sarria
La ciudad ideal no es aquella libre de caos, sino aquella donde cada ciudadano cultiva la virtud sin importar su entorno, en la ciudad estoica, las dificultades y crisis no son motivo de desesperación, sino pruebas que fortalecen el carácter de los habitantes, los estoicos rechazaron la idea de la ciudad como un espacio cerrado y propusieron el concepto de la Cosmópolis (ciudad universal);–Epicteto afirmaba que la ciudad no debía gobernarnos emocionalmente: “si es caótica o corrupta, sigue estando en nuestro poder vivir con dignidad dentro de ellas”; sin embargo, vivimos corriendo de un lugar a otro, en un mundo caótico y alterado, la mayoría de habitantes atrapados en la vorágine de la vida moderna, anhelando el modelo de ciudad donde cada individuo contribuya al bien común, no por obligación, sino porque reconoce que su destino está ligado al de los demás.
Suena relativamente fácil, pero no lo es, ¿Entonces, el lugar donde vivimos es el que moldea nuestro carácter, o es nuestro carácter el que define cómo experimentamos ese lugar?, si nos sentimos insatisfechos con el lugar en el que vivimos, también estamos huyendo de sus defectos y de los nuestros, talvez no hemos aprendido a ver la ciudad con la perspectiva correcta, sin que ello legitime los graves problemas que aún no logramos resolver.
Pensar que internacionalizar una ciudad significa abandonar la esencia, es equivocado, si se involucra al gobierno, al sector privado, academia y la sociedad civil, emergen oportunidades que la hacen relevante en el contexto; la semana Santa en Popayán, por ejemplo, es una de las celebraciones religiosas más importantes de Colombia y el mundo, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. La información recopilada por la Cámara de Comercio del Cauca, permitió estimar que en la semana mayor 2024 el alcance internacional fue del 20% donde Alemania, Francia, España, Chile y Ecuador se destacan entre los 37 países que eligieron Popayán para vivir esta celebración. Este evento no solo es un símbolo de la tradición y la fe, sino que también representa un reto urbanístico, logístico, económico y social, todo ello en medio de la paradoja de la globalización: Entre más auténtica y local es una ciudad, más atractiva se vuelve en el escenario mundial.
El futuro se construye con el presente
No se trata de proyectar un lugar de ciencia ficción con tecnología deslumbrante y sin contexto ni realidad, sino de un espacio diseñado para el bienestar humano, la armonía con la naturaleza y la convivencia equilibrada entre los usos del suelo, que atienda de forma justa y equitativa los problemas sociales y ambientales estructurales, —retos en infraestructura, saneamiento básico, vivienda, espacio público, equipamientos, turismo y economía—.
El concepto de “actuar local y pensar global” implica desarrollar estrategias que fortalezcan la ciudad desde adentro, descentralizar la gestión para mejorar respuesta local, políticas públicas que se implementen y mejoren continuamente, y reduzcan las desigualdades, fomenten la cultura por medio de la arquitectura, que despierte el sentido de pertenencia de sus habitantes, y comprendan que la mejor manera de llegar al futuro es actuando bien en el presente, la educación es fundamental, la ciudad universitaria debe trascender, teniendo claro que la verdadera transformación no está únicamente en los edificios o las vías, sino en el conocimiento y el carácter de quienes los habitan y usan. Séneca decía que, “una ciudad sin virtud es solo una multitud sin dirección”, actuando con disciplina y sentido común, Popayán podrá ser una ciudad que no solo mira al mundo, sino que el mundo la mire con admiración.




