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Popayán 488 años: Entre nostalgias del pasado y retos (1ª parte)

por Felipe Solarte Nates

Cuando la administración municipal encabezada por Juan Carlos Muñoz Bravo, espera actualizar para este 2025, el Plan de Ordenamiento Territorial, POT, que intentaron desde las alcaldías de Francisco Fuentes, Cesar Cristian Gómez Castro y Juan Carlos López Castrillón, el 13 de enero, Popayán cumplió 488 años de fundación, sobre territorios indígenas que dejaron testigos arqueológicos como la pirámide conocida como El Morro.

Junto a Bogotá y Cartagena, después de ser durante la colonia y hasta finales del siglo XIX, los principales centros urbanos y de influencia economía y política del país, la importancia de Popayán se diluyó aceleradamente al finalizar, en 1851, la economía esclavista centrada en la explotación del oro y sobrevenir numerosas y arruinadoras guerras civiles entre liberales y conservadores, encabezadas por caudillos como Mosquera, José H. López, José M. Obando, Julio Arboleda, Carlos Albán, entre otros, para entrar al siglo XX con odios sectarios heredados y la penuria que dejó la Guerra de los Mil Días y la posterior disolución del territorio del gran Cauca, después que en 1905 y 1908 fueron creados los departamentos de Nariño y el Valle del Cauca y más adelante las intendencias del Amazonas y Putumayo.

El centenario de la Independencia cogió al Cauca desmembrada y con la mayoría de su clase dirigente golpeada por la realidad y aferrada a los recuerdos de su glorioso pasado colonial y de las primeras décadas de la República, cuando de las aulas de la casi bicentenaria (2027) universidad del Cauca salieron numerosos mandatarios de la República y el general Tomás Cipriano de Mosquera fue cuatro veces presidente.

Mientras el poeta modernista y político conservador Guillermo Valencia intentó sin éxito ganar la presidencia de la República, varios repentistas versificando caricaturizaban a los personajes y la parroquial vida cotidiana de los cerca de 30.000 habitantes de la primera mitad del siglo XX, cuando la calle del Cacho, al occidente, la calle 13, al sur, el templo de Belén y el barrio La Pamba al oriente y el barrio Bolívar, al norte, eran los principales limites urbanos, dinamizados a partir de 1926 con la esperanzadora llegada del ferrocarril.

Desde entonces la economía de la ciudad se concentró, además de los empleos públicos generados por la burocracia municipal, departamental y nacional, en el comercio, la banca, la agricultura y ganadería desarrollada en las antiguas haciendas y medianos y pequeños predios vecinos, la producción en pequeños talleres artesanales, el comercio y la atención, en casas y pensiones, de los estudiantes que llegaban de distintas regiones del país y municipios del Cauca, y de los turistas atraídos por la tradicional Semana Santa y las fiestas de Reyes.

Así nos describe este proceso la investigadora y profesora del departamento de Historia, de la universidad del Cauca, María Teresa Pérez Hernández, en su libro: “Barrio y vida urbana. Popayán 1920-1983, publicado por el sello editorial de UNICAUCA, en diciembre de 2022:

“En la medida en que su memoria social ha ganado más atención, los observadores y estudiosos han coincidido en señalar que ante la precaria integración a los nuevos circuitos de producción y de mercado, Popayán se refugió en sus recuerdos memorables. Esto, mientras otras ciudades, como Cali, Barranquilla y Medellín, con menos tradición en las convenciones históricas de la nación, iniciaban su despegue como puertos, centros mercantiles, agroindustriales, político-administrativos y de servicios. Los flujos demográficos y de intercambios facilitaron la emergencia en el siglo XX del fenómeno urbano y sus equipajes materiales. Con estos, las ciudades iniciaban su tránsito hacia lo que se ha llamado la “modernización”. Emerge, entonces, el fenómeno urbano no solo como realidad, sino también como objeto de estudio, de manera particular en el ámbito de la sociología y el urbanismo. La urbanización no tiene en la historiografía de nuestro país una tradición muy afianzada, menos aún si se trata de las llamadas ciudades intermedias. Estas últimas están configuradas como núcleos político-administrativos y centros de servicios, y, en muchos casos, cuentan con una precaria articulación a los mercados nacionales y globales. Este es el caso de Popayán, que además de los relatos –descripciones, evocaciones y crónicas– ha despertado cierta atención como modelo de ciudad tradicional y como patrimonio histórico.

La historiografía no ha interrogado aún a esa Popayán que mientras consagraba su gran mausoleo, iniciaba simultáneamente su ensanche más allá de la aldea colonial. Tal expansión, como lo demuestran los mapas y datos demográficos del período, corría paralela a la progresiva implementación de algunos equipamientos de la llamada “civilización moderna”.

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