La polarización política en Colombia ha alcanzado niveles alarmantes en los últimos años, situando al país como uno de los más divididos a nivel mundial. Según el Barómetro de Confianza de Edelman de 2023 y 2024, Colombia se posicionó como el segundo país más polarizado del mundo, reflejando una creciente percepción de divisiones profundas y arraigadas en la Sociedad.
Este fenómeno no es nuevo, pero ha adquirido una intensidad sin precedentes en el periodo reciente, especialmente bajo la administración del presidente Gustavo Petro. Las causas son diversas, pero convergen en una combinación de factores económicos, sociales, históricos y mediáticos que han profundizado las divisiones existentes.
Uno de los elementos más visibles en esta dinámica es la fuerte confrontación en torno a las reformas promovidas por el actual gobierno. La reforma tributaria presentada a finales de 2024, que buscaba recaudar más de 12 billones de pesos para cubrir el déficit fiscal, fue rechazada en el Congreso, generando celebraciones en la oposición y profundizando la crispación social.
De igual forma, la propuesta de reforma laboral, tras su rechazo, llevó al presidente Petro a convocar una consulta popular, reviviendo los debates entre el “sí” y el “no” que marcaron las consultas previas. La oposición advierte que la reforma podría afectar la sostenibilidad del empleo, con un posible impacto negativo en más de 450,000 empleos, afectando principalmente a las microempresas, que constituyen más del 80% del tejido empresarial formal del país.
Las movilizaciones sociales han sido otro síntoma claro de la polarización. Aunque las protestas han sido una constante en la historia colombiana, la intensidad y la frecuencia con la que se han presentado en los últimos años reflejan la creciente división en la sociedad. Mediaticamente, la fragmentación y la hiperpersonalización de la información han desempeñado un papel crucial. Las redes sociales y los medios tradicionales tienden a presentar versiones polarizadas de la realidad, reforzando prejuicios y creencias preexistentes. La ciudadanía, cada vez más encerrada en cámaras de eco ideológicas, difícilmente accede a discursos moderados o a visiones críticas que propicien el diálogo.
El fenómeno de la polarización no solo afecta las discusiones políticas, sino también la estabilidad democrática y la cohesión social. La desconfianza en las instituciones, la criminalización del adversario y la incapacidad para llegar a acuerdos básicos ponen en riesgo la gobernabilidad y dificultan la implementación de políticas públicas. Además, la polarización alimenta la intolerancia, la estigmatización y el debilitamiento del tejido social, generando un ambiente propicio para el populismo y la desinformación.
Reducir la polarización requiere un esfuerzo consciente de los actores políticos, económicos, sociales y mediáticos. Es urgente fomentar espacios de diálogo plural, basados en el respeto y la argumentación racional. La educación política y cívica debe ocupar un lugar prioritario en la agenda nacional, promoviendo la participación informada y el pensamiento crítico desde las escuelas y universidades.
Asimismo, fortalecer la independencia y la legitimidad de las instituciones democráticas es clave. Estas deben garantizar la transparencia y la imparcialidad en sus actuaciones, evitando caer en confrontaciones innecesarias con otros poderes del Estado. La sociedad civil y los medios de comunicación también tienen la responsabilidad de contribuir a la construcción de una narrativa menos polarizante, basada en el análisis riguroso y la búsqueda de consensos.
En síntesis, la polarización política en Colombia es uno de los mayores desafíos para la democracia contemporánea. Superarla no es una tarea fácil, pero resulta imprescindible para construir un país más justo, equitativo y cohesionado. Es el momento de dejar atrás la lógica del antagonismo y abrir paso al diálogo constructivo, a la cooperación y al respeto por la diferencia.