Por: Gustavo Alvarez Gardeazábal
El Porce, marzo 5 del 2025. Cuando leí por primera vez el libro titulado 1984, de George Orwell, me sembró pesimismo. El veloz desarrollo del mundo, los computadores, el internet, la IA, me lo habían hecho olvidar cómo una lectura de adolescente. Por estos días lo recordé y volví a leerlo.
Orwell describió, en 1949, cuando la publicó, un mundo de pesadilla dividido entre tres grandes imperios, buscando hostilidades e identificándose en ejercer el totalitarismo, la vigilancia masiva, la represión, la inmoralidad y la deshumanización.
Hoy, cuando apenas comienza marzo, el mundo parece oscuro y por lo menos inquietante como en el libro. Las leyes y procedimientos que teníamos ya no se respetan. Las alianzas de bloques y países se rompen. Los principios son negociables, la confianza ha dejado de existir. Y los tres imperios de Orwell parecen irse formando.
Velozmente, desde el 20 de enero, el mundo es un desorden total. Quienes lo dirigen sugieren que es mejor usar la fuerza bruta, rendirle culto a la arrogancia egoísta. Estamos en presencia no de un nuevo orden mundial. Es el desorden promovido criminalmente desde Washington y aupado por la mediocridad de quienes dirigen el resto del mundo. Solo la siempre peligrosa paciencia milenaria de los chinos, parecería convertirse en el faro. Pero silenciosa, protegiéndose del atropello de los aranceles, escapando del chantaje hitleriano del emperador gringo, no puede ser una verdadera garantía.
Mientras tanto, en el desorden se alcanza a saber que si bien Trump ha cambiado las reglas de juego, ello ha sido fruto de una caterva de matones de extrema derecha movidos por un interés económico. Los Estados Unidos van a entrar en recesión, el PIB se les puede volver negativo y como están sobreendeudados van tras una devaluación para acabar de joder al resto del mundo. ¿Pero a costa de quienes? ¿De los aranceles y del costo de vida? No se intuye aún porque lo único cierto es que este mundo lo desordenaron.