domingo, junio 8, 2025
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InicioOPINIÓNCarlos Horacio Gómez QuinteroNo más días de terror. No los merecemos

No más días de terror. No los merecemos

Mg. Carlos Horacio Gómez Quintero.

Salvo lo que puedan pensar, quiénes de alguna manera se han acostumbrado a mirar despectivamente lo que está pasando, y de paso, normalizar la ocurrencia de actos detestables contra nuestras dignidad e integridad, personalmente y en forma categórica debo afirmar que el pasado miércoles 26 fue un día aciago y desastroso, explayado por 9 municipios del norte, centro y sur del Cauca y exhibiendo los abominables estandartes de la violencia y el odio hacia una sociedad que no se merece nada de cuanto está padeciendo.

Desde primeras horas de la mañana y hasta bien avanzada la noche, fueron muchos los reportes que daban cuenta de una escalada de terror en cabeza de los bandidos disidentes de Las FARC – frente Jaime Martínez y columnas Dagoberto Ramos y Carlos Patiño – quiénes armados hasta los dientes y cargados de un espíritu abominable, atacaban y hostigaban sin compasión alguna las estaciones de policía, los establecimientos de comercio, las calles de los pueblos y los caminos del campo rural en los municipios de Toribío, Corinto, Caldono, Miranda, Santander de Quilichao, Suárez, Cajibío, Piendamó, Morales y Patía. Estos aleves ataques dejaron muertos y heridos tendidos ante la mirada aterrorizada de la ciudadanía y destrozos innumerables sobre bienes públicos y privados, ante la mirada atónita y compungida de quiénes veían extinguirse de un solo tajo, los esfuerzos de toda una vida de trabajo. Si bien los ataques fueron localizados en los municipios reseñados, la verdad es que toda esta infamia ha lacerado una vez más a una sociedad que continúa arrastrando el peso y rigor de la guerra desde hace varias décadas y que sorprendida se sigue preguntando el porqué de tanta maldad.

Un poco antes del mediodía, los medios también retransmitieron la intervención que, desde algún lugar de las selvas colombianas pronunciaba, reapareciendo en público, Néstor Gregorio Vera, alias Iván Mordisco, jefe de la disidencia Estado Mayor Central (EMC) que no está en mesa de diálogos con el Gobierno de Gustavo Petro. En su mensaje, Mordisco hizo referencia al aniversario número 17 de la muerte de Manuel Marulanda Vélez alias Tirofijo y además lanzó pullas y diatribas, tanto al Acuerdo de Paz de 2016 firmado con el gobierno de Juan Manuel Santos, como también a la apuesta de Paz Total de Petro. “Ese legado de dignidad – el de Marulanda – que se opone al silencio cómplice, a la pérdida de la esperanza, a la entrega de la patria, es la figura que nos ha mostrado el camino para levantarnos de la traición del mal llamado proceso de paz con Santos o el fraccionalismo de traidores que asaltaron el proceso de paz con Petro. Su claridad política y análisis de la realidad nos sigue enseñando a distinguir entre un proceso revolucionario y uno reformista. El mejor homenaje a Marulanda es continuar su legado, llegar al triunfo de la revolución en Colombia y sumarnos a la lucha global contra la explotación y la opresión”.

Revisado en conjunto lo sucedido, la conclusión es sencilla e inobjetable. Toda la escalada que debió soportar la ciudadanía caucana se debió, en especial, a una “conmemoración de la muerte de Tirofijo” y a un cuestionamiento más de las fallidas Políticas de Paz de Santos y Petro, de aquellos que con frecuencia se esbozan. Independientemente de la valoración que demos a esa lógica expuesta, la verdad es que siguen sin respuesta preguntas también vigentes desde hace muchos años: ¿Por qué El Cauca y su sociedad son las que deben pagar los platos rotos de los desaciertos estatales en materia de paz? ¿Por qué y a pesar de que ello es una realidad histórica, seguimos siendo el territorio y la sociedad que no ha tenido un apropiado tratamiento por parte del Estado Central? ¿La institucionalidad regional, si está actuando en función de sus deberes y obligaciones legales y constitucionales, ratificados y comprometidos pública y ceremoniosamente ante las comunidades? ¿Qué debemos hacer como comunidad, inmerecida e injustamente violentada y desafortunadamente desamparada?. Las respuestas a estas inquietudes, desde luego entiendo que son de un corte profundo y trascendente, pero precisamente por ello y ante la ausencia radical de las explicaciones que comprometen a la institucionalidad, me permito plantear algunas reflexiones:

El conflicto interno vigente desde varios lustros y que medianamente fue interrumpido por El Acuerdo o Pacto Santos – Dirigencia de las antiguas FARC, respecto al Cauca, lejos de la crítica del supuesto incumplimiento del Gobierno Duque, jamás abordó las causas objetivas que lo generaban en nuestra región y en tal medida seguimos siendo la cuna o génesis de las oportunidades que atraen a los grupos armados y el laboratorio bélico y social en el que transita la beligerancia irracional. En mi concepto, lo de Duque debe revisarse con mucho mas detenimiento, toda vez que, por ejemplo, en esta oportunidad, es el mismo Mordisco el que cuestiona la intrínseca traición que se alojaba en ese pacto con Santos o la actitud de los públicos traicioneros que han aparecido en la era Petro y para nada se menciona el funeral del proceso, presuntamente oficiado por el gobierno anterior. Lo cierto es que mientras subsistan narcocultivo, narcotráfico, minería ilegal y marginalidad económica y social y que al lado de ellas esté la falta de interés del Estado Central para atender al Cauca, seguiremos siendo el caldo de cultivo que llena de plácemes y riqueza a los actores de la guerra. Lo que ocurre en El Cañón del Micay es el mejor ejemplo que ilustra esta aseveración y la mejor forma de apreciar lo que no se debe hacer. Si a este mal mayor le sumamos lo que se genera institucionalmente a nivel regional, pues el panorama se torna más complejo. El solo hecho de reclamar insistentemente, que es El Gobierno Nacional el que debe actuar en función de transformar al Cauca en positivo y en procura de recuperar nuestra dignidad, es una manifestación expresa y confesa de que se carece de argumentos y oportunidades para actuar como verdaderos gobernantes. Lo que se requiere es autoridad, inteligencia, don de mando y valoración objetiva de las realidades para impulsar acciones de gobierno que efectivamente conjuren los males presentados y que, por lo demás son históricos, configurándose como deudas sociales insolutas.

Puesto que nada de lo esperado pareciera que va a aparecer en el corto plazo y en la medida en que se sigue radicalizando la situación de violencia en nuestro medio, creo que a nuestra sociedad le ha llegado la hora de empezar a pensar y actuar de una forma radicalmente diferente. Partamos de aceptar, que lo intentado institucionalmente hasta ahora no ha sido lo mejor y que, por el contrario, existe una marcada tendencia a que la situación empeore. Aceptemos igualmente que, desde las esferas centrales de poder no se ha contado con una real voluntad para atendernos en nuestras expectativas y anhelos y que ello se ha dado, entre otras cosas, porque no ha habido una clase dirigente que trabaje con vocación de Cauca y logre persuadir, a quiénes debe hacerlo, con razones convincentes y con argumentos contundentes de futuro. Aceptemos por otro lado que, nuestras autoridades regionales y locales han pecado por defecto en verdaderas acciones de Gobernantes y que antes de involucrarse en ejercicios para implantar El Estado Social de Derecho con vigor y rigurosidad, lo que han hecho es inmiscuirse en activismos plagados de veleidades que otorgan aplausos, pero pocos resultados de gobernabilidad. Y como colofón a lo expresado, comprometamos nuestras voluntades y valores para erigir nuestra voz ciudadana, como valor soberano que reclame de las autoridades el cumplimiento pleno de sus obligaciones, y de los violentos, el cese inmediato de sus hostilidades y afrentas inhumanas. No perdamos de vista que, El Estado sin nuestra presencia no existe y que, al formar parte de él, es absolutamente perentorio reclamar los espacios para hacer sentir nuestras voces y para proponer los verdaderos cambios que dese otras instancias no se han podido concretar. Nuestra obligación es actuar como Caucanos comprometidos con nuestras vidas y el futuro de nuestra familias y sociedad y para nada es nuestro papel, el ser simples soportes de la constitución de estructuras de poder, que rápidamente y a propósito, se olvidan de nuestros sueños y aspiraciones. De no hacerlo, seguirán apareciendo desafortunadamente, mas días llenos de inmisericorde terror.

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