Por: Juan Carlos López Castrillón.
Hay debates que nunca tendrán solución, como si el agua moja o si la piña tiene derecho a existir en la pizza. Y no, no tiene. La piña en la pizza es como el primo que llega sin ser invitado a la fiesta y encima trae karaoke. Lo siento, pero soy un purista. Es más, sería como ponerle piña a las empanadas de pipián: un sacrilegio que hasta los antepasados sentirían en sus tumbas. Pero tranquilos, que esto no cambiará el curso de la historia.
Igual que no cambiará el hecho de que prefiero los libros de papel a los electrónicos. Porque no hay nada como acariciar una buena pasta (de libro, no de lasaña), o cometer el sacrilegio de subrayarlos. Sí, subrayar libros es mi manera de marcar territorio, como un perro literario.
Y así, la vida sigue llena de diferencias irreconciliables que nos enriquecen, siempre y cuando no intentemos matarnos por ellas. ¿Hinchas del azul, del verde o del rojo? Bienvenidos todos, aunque igual uno siempre piensa que su equipo es el que más merece ganar. ¿A favor de Petro o en contra? Perfecto, siempre que no terminen peleando hasta por quién se come la última hallaca. ¿Aceptamos la serie de Cien años de soledad como buena o la maldecimos por no tocar el espíritu del libro? Bueno, ahí es donde se arma la guerra civil de los gafapastas.
El problema es que nos cuesta un mundo aceptar que los demás sean distintos. Y no hablo solo de cosas serias como religiones o colores de piel; también hablo de lo imperdonable: piña en la pizza, por ejemplo.
Propósitos 2025 (sin piña)
Ya que la Navidad es época de perdón, familia, y promesas que romperemos en febrero, aquí van mis propósitos para el próximo año:
1. Redes sociales: Voy a asumir que quienes insultan en redes no necesitan pelea, sino un abrazo (o, mínimo, que alguien les pare bolas en su casa).
2. Fútbol: Me prepararé mentalmente para que el verde sea campeón, aunque espero que la “lechona mecánica” (ustedes saben quiénes son) haga su tarea. Pero cuando leas esto, ya alguno habrá dado la vuelta olímpica, y yo estaré brindando o llorando en silencio.
3. Políticos creativos: Entenderé que los mandatarios que regalan indulgencias con camándula ajena solo necesitan un buen kit antirevocataria. Y tal vez un cursito de “gestión para principiantes”.
4. Mandarín: Aprenderé mandarín. Porque si los chinos van a llegar en montones, al menos quiero negociar un buen precio en el barrio.
5. Fitness extremo: Bajaré de peso para correr medias maratones en 2025. No aspiro al oro, pero ya vi que están repartiendo plata como confites.
6. Popayán y el Cauca: Haré votos para que les vaya bien de verdad. No votos electorales, ojo, sino de esos que incluyen buenos deseos sinceros y cero politiquería.
Así que, entre un brindis, un bocado de natilla y algún desacuerdo inevitable con la familia (porque siempre hay uno que defiende la pizza hawaiana), los invito a que sumen sus propios propósitos. Y recuerden: en esta vida podemos tolerar todo… menos la piña en la pizza.
¡Feliz Navidad y que el 2025 nos llegue con más risas, más amor, y cero pedazos de piña sobre la masa!