jueves, junio 19, 2025
No menu items!
spot_img
InicioOPINIÓNDonaldo MendozaMomo - Y la parábola de ‘no tengo tiempo’

Momo – Y la parábola de ‘no tengo tiempo’

Por Donaldo Mendoza

«Momo» (1972) era un título apropiado, según criterio del autor, para una convocatoria editorial. Y, en efecto, ganó el “Premio al mejor libro juvenil editado en Alemania”, en 1974. Su autor es Michael Ende (Alemania, 1929–1995). Momo es una niña que tiene una rara virtud: saber escuchar. Y con esa extraña cualidad del personaje-protagonista, el autor guarda otro secreto: el ‘primer párrafo’ –donde un escritor se juega su suerte– no está al principio sino ocho páginas más adelante. Allí es donde el narrador coge al lector por el cuello, hasta llevarlo a la última página, 255…

«Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda su simpatía. Mientras tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él».

Pues bien, ese es el gancho del autor-narrador para meternos enseguida en asuntos asaz serios. Un asunto, en particular, que no sé si sea del agrado de niños y adolescentes: el tiempo. Aunque sagaz es el escritor, pues deja para los menores una escabrosa aventura en la que Momo se ve involucrada: luchar contra unos antagonistas que se presentan como los “hombres grises”; y para el lector adulto, el tema del tiempo, en tanto en cuanto factor de enajenación…

Los tales “hombres grises” promocionan entre la gente, en toda la ciudad, la idea de ahorrar tiempo. Con el argumento de que ‘el tiempo es oro’ y gastarlo en actividades distintas al trabajo es una irresponsabilidad punible. De forma que, actividades como el arte, el juego, el sueño (dormir), la imaginación… son estratagemas que se han inventado para perder tiempo. Los amigos adultos de Momo, felices antes por el solo hecho de ser escuchados por ella, fueron reclutados para que vendieran su tiempo sobrante al “Banco de Tiempo”; y los niños, asimismo, ocupados en juegos “que puedan ser útiles para el futuro”. El tiempo comprado era convertido en ‘flores horarias’ que llenaban depósitos y depósitos… Y con las flores horarias, los hombres grises elaboraban cigarros, que eran su alimento y oxígeno.

Entre tanto, Momo crece en su rol protagónico, al encarnar la bondad, la justicia y la verdad. En suma, Momo es lo que nos hace libres. “Porque el tiempo es vida. Y la vida reside en el corazón”. “Y para vivir de verdad hay que tener tiempo. Hay que ser libre”. Con esa verdad, Momo se convierte en obstáculo para los hombres grises, y es preciso sacarla del camino. Una tortuga, elemento mágico de la obra, se convierte en aliada de Momo; en el caparazón del animalito, la lúcida intuición de Momo es transcrita en mensajes luminosos que la guían hasta la derrota de los hombres grises.

Momo y sus amigos, niños y adultos, vuelven a escucharse, a jugar, a contarse historias… A todo aquello que, si bien no tiene valor económico, es en últimas lo que nos hace libres y, en buen grado, felices. (La edición en español es de Alfaguara, 2004).

ARTICULOS RELACIONADOS

NOTICIAS RECIENTES

spot_img