Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas.
Precepto:
Hay que arriesgarlo todo para diseñar y crear una existencia superior, en la que pueda desplegarse una consciencia infinita. La existencia y lo superior deben volverse sinónimos.
Es una gran suerte y una especial gracia poder comprender que la existencia no tiene ningún sentido determinado, porque es a partir de ahí que se puede iniciar un riguroso proceso de creación de sentido. Pero no se trata de crearle cualquier sentido, sino de crearle un sentido superior.
En el mundo contemporáneo no hay condiciones adecuadas para una comprensión y una vivencia de lo superior. Lo anterior se fundamenta en lo siguiente: las subjetividades se enfocan en una facticidad de lo inmediato y evidente. Sólo se asimila, se asume y se comprende desde una consciencia de sí auto-complaciente. La atención se dirige hacia la construcción de una percepción sin intensidad.
¿Es preferible cualquier sentido a ningún sentido? La verdad es que no, la verdad es que hay que arriesgarlo todo para poder crearle un sentido diferente y superior a la existencia. El problema es que no es posible vivir sin sentido, entonces la mayoría de los individuos deben asumir el sentido que se les impone. Pero eso no quiere decir que eso sea mejor a no tener ningún sentido, todo lo contrario: es preferible destruir todos los sentidos establecidos, asumir el caos que implica la nada y empezar un proceso integral y radical de la creación de un sentido superior.
¿Es posible destruir todo un sistema de sentido, a partir del cual se ha sostenido y fundamentado la existencia de un individuo? Tal vez sólo se puedan crear fisuras fundamentales; pero lo importante es intentarlo. Incluso, estamos llegando a un momento en el que se lo debe intentar y arriesgarlo todo. Es decir, que el riesgo no debe ser un lujo o una posibilidad entre otras, sino que debe ser la única posibilidad mediante la cual se afirme la dignidad.
Hay que intentar seriamente destruirlo todo, aunque sea imposible. Por eso mismo hay que hacerlo, porque es imposible, porque destruir lo destruible no tiene mérito, así como no lo tiene crear lo que ya existe. Si se trata de destruir algo, que sea de destruir lo indestructible.
La individualidad es la afirmación de una consciencia de sí nueva y diferente. El sentido de sí debe ser único e irrepetible. La existencia debe ser una poética de lo superior.
Cuando se logra tomar consciencia del principio fundamental de la individualidad, inicia el despliegue y expresión de unas fuerzas nuevas y originales, a partir de las que se afirma la evolución infinita de la existencia.
Una de las mejores formas de dignificar la existencia, está en asumir esa posibilidad de una evolución infinita. Es verdad que la muerte es una realidad, pero tan sólo como la necesidad implícita de una transformación radical. Morir es empezar de nuevo. Pero más allá de esa situación contingente, la “idea” de una evolución infinita de la consciencia de sí del individuo tiene la capacidad de potenciar y dignificar la existencia misma. Esa es la función de las ideas: desplegar y elevar las energías a nuevos niveles de lo real. Una idea abre horizontes insospechados.
Por eso de lo que se trata es de asumir la existencia desde esa consciencia de una potencia infinita de evolución. Si nada tiene sentido es porque todo puede ser posible, y si todo puede ser posible, es porque se puede crear lo superior, o mejor aún: se puede asumir la existencia como el esfuerzo y el sacrificio por la creación de un sentido de sí superior. Existir quiere decir crear sentido a la existencia misma. La acción de existir es creadora en sí misma. Todo lo que existe está creando un sentido de su existencia misma.
Hay un punto de tensión e intensidad en el que nos enfrentamos continuamente con la posibilidad de una angustia, ante el hecho inminente de tener que destruirlo todo, para poder crearlo todo de nuevo. Pero esa angustia es potenciadora y liberadora, porque nos ubica ante la necesidad de asumir la existencia como un proceso de creación infinito. La idea de que la creación debe ser infinita, para que sea una auténtica creación, dignifica la existencia del individuo. La dignidad no se otorga, sino que se logra en el despliegue infinito de la potencia creadora.
Existir es la actualización continua de la potencia individual de creación.
La belleza es el resplandor de la fuerza cuando se eleva.
Práctica de desencanto.
Comprender que todos los sentidos son procesos de creación, que ha logrado esa determinación en el proceso mismo y debido a una necesidad vital, pero que se deben destruir para la emergencia de nuevos y superiores sentidos.
Práctica de dignificación.
No permitir que ningún sentido se instale en la consciencia individual como si fuera una verdad absoluta. Ningún sentido, incluso si tiene la forma de lo más sagrado y de lo más verdadero. Todo puede ser destruido o se lo puede someter a una prueba de destrucción, en la que se comprenda que todo puede tener un sentido nuevo y superior.
¡Íncipit!