jueves, junio 19, 2025
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Los estúpidos del vagón cuatro.

Por: Juan Carlos López Castrillón

Esta semana he releído un artículo que escribí hace unos años sobre el breve pero exitoso texto “Alegre Ma Non Troppo” (rápido, pero no tanto), del  historiador italiano Carlo Cipolla, el cual es un resumido tratado sobre las leyes fundamentales de la estupidez humana, que inevitablemente son ratificadas día tras día por nuestra especie; el hacerlo me motivó a volver a comentarlo con los ajustes necesarios, pues la actualidad así lo requiere.

Cipolla hace un análisis que – para los fines de hoy – damos por cierto, y concluye que existen cuatro grupos de individuos:

El primero, los inteligentes, a quienes define como las personas que con sus acciones benefician a los demás y a la vez se benefician a sí mismos.

El segundo son los incautos, que benefician a los demás pero se perjudican a sí mismos.

En el tercero ubica a los malvados, aquellos que perjudican a los demás y se benefician a sí mismos.

Y por último, los estúpidos, a quienes califica como las personas que con su accionar afectan a los demás y a la vez se perjudican a sí mismos. 

Anota el autor que “la persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es un malvado. El incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Al contrario que todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido (como el que está muerto, que ya no sabe que está muerto). Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora”. 

Llamemos benévolamente a este último grupo “los pasajeros del vagón cuatro”, hay que prestarles mucha atención y no subestimarlos, porque pueden llegar a ser los más peligrosos de toda la humanidad, en particular cuando tienen poder (aunque sea temporal) porque en ese lapso de tiempo – en medio de su incompetencia – pueden desatar una guerra o adjudicar un contrato, por citar sólo dos ejemplos.

Ahora, viene lo más importante, teniendo como referencia los patrones de conducta descritos, podremos detectar en nuestro entorno a representantes de cada una de esas categorías, y por ende deberíamos asumir las defensas necesarias, para que el impacto del accionar de los amigos del vagón cuatro sea el menos dañino posible.

Para ello hay que tener muy presente otra peculiar característica de los pasajeros de este vagón, y es que se creen omnipotentes e intocables y – como lo he mencionado – con algo de poder no pasarán desapercibidos, así sea para hacer el ridículo.

A esta altura de la columna ya ustedes tendrán en su imaginario a varios candidatos, por lo cual la elaboración de esa lista puede resultar entre patética, divertida y cercana. Ojalá no les resulte muy larga. 

De lo que sí estoy seguro, es que en este tren de la vida tenemos que hacer todo lo posible para que no nos vendan un tiquete en el vagón cuatro, para lo cual vale la pena repasar las connotaciones del título del texto en mención, “Alegro Ma Non Troppo”, que tiene una clara relación con ciertos movimientos musicales.

Como lo señalé al inicio, la traducción del italiano significa “rápido, pero no tanto”,  título que también ha sido objeto de otra interpretación: “piensa antes de actuar”, que es lo mínimo que debemos hacer, para que no nos cataloguen como uno de esos viajeros a los cuales sólo les correspondió un cupo en la triste categoría de nuestro simpático, temido y peligroso vagón cuatro.

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