Por: Felipe Solarte Nates
Ganadora en el 2021, del prestigioso premio Alfaguara de novela, es un fiel retrato de la vida de mujeres y familias de clase media alta del Cali y de muchas ciudades hispanoamericanas, que vivieron en la segunda mitad del siglo XX.
Con sus pequeñas alegrías y notables frustraciones, conocemos el prototipo de una familia caleña socialmente acomodada, desde el punto de vista narrativo de una niña, que puede estar entre los 9 y 12 años, considerada como un patito feo, no deseado, que nació por accidente, según ella escucha de labios de su madre, cuando en medio de los juegos de cartas conversa con sus amigas.
El abismo es una figura que en su mente infantil construye la niña al observar desde el segundo piso de su moderna casa, la “selva”, de exuberantes plantas tropicales que se dan en el cálido clima de Cali y crecen en la sala, y a cuyo cuidado diario la madre dedica parte de su tiempo, cuando no está leyendo las “revistas femeninas” con su carga de noticias de moda, consejos de belleza, vidas de los artistas famosos y novelitas de amores estilo telenovelas, escritas por Corín Tellado y otros autores.
Como testiga silenciosa, a través de las conversaciones de las mayores, Claudia va desentrañando la vida de los adultos y especialmente de mujeres que por presión de sus padres no estudiaron en las universidades, “porque debían casarse bien y tener hijos” y, después de olvidarse del contemporáneo y apuesto novio al que querían, debieron resignarse con hombres mayores, algunos calvos y barrigones, pero con bienes y posición social, y destinadas a matar el tedio entre rutinas caseras, reuniones con sus amigas de clase, y ocasionales flirteos, que sí, se consuman, serán fuente de celos y conflictos con sus parejas, pues ni ellas se atreven a dejar a sus maridos por la inseguridad económica y presión de sus familias y ‘el qué dirán’, y estos no están dispuestos a dejarlas ir, aunque frente a sus hijos les viven restregando sus deslices, que en el caso de Claudia, la tocaya madre de la niña, se constituye en fuente de desdicha y causa de la “alergia” permanente que la mantiene en cama, que no es otra cosa que la depresión dominándola después que es sorprendida en infidelidad con Gonzalo, el apuesto vendedor de un almacén de ropa fina, que se había casado con su cuñada entrada en años.
El abismo como leitmotiv latente se troca en el vacío que experimentó la amiga intima de su madre, cuando decidió lanzarse desde el piso 18 del apartamento en el que vivía y también en el temor que se transfiere a la sensación experimentada en la carretera que de Cali conduce a Buenaventura y aprecia el amenazante espacio al que pueden ir a parar si se salen de la vía.
El temor a estrellarse contra el piso se redobla días después de llegar a la finca de veraneo cuando les informan que mientras unos campesinos buscaban una res perdida, en medio de una maraña de plantas selváticas, encontraron el esqueleto de la exreina de belleza, que hacía años, después que tuvo un disgusto con su esposo, el arquitecto que diseño la casa en la que están alojados, -con gigantesca ventana de vidrio brindando espectacular vista al abismo-, encendió el Studebaker y desapareció por la carretera sin dejar rastro, dando pie a todo tipo de rumores.
El abismo se convierte en una obsesión temerosa, cuando una madrugada la niña se despierta en la finca de clima frío y observa a su madre, después que había bebido, acercarse al borde del abismo y teme que se lance para escapar de la infelicidad de su rutinaria existencia, y en acto de expiación y sacrificio para que eso no sucediera, decide arrojar a las profundidades a la muñeca que más quería.
Quintana, hace parte de las mujeres que en las últimas décadas han incursionado con fuerza en la narrativa, contando con su lenguaje y visión del mundo historias que eran exclusivo tema de los hombres dominados por una visión patriarcal de la familia y la mujer.
