Por: Sebastián Silva-Iragorri
No es cine, ni una serie de televisión, tampoco una novela, es solo un título sobre algo de mucha importancia, la relación con los demás en un mundo de integraciones, complicaciones y rebeldías manifestadas a diario y con opiniones incontables como las arenas del mar. El no saber algo que otros saben produce en el ser humano la peligrosa y riesgosa curiosidad que se va alimentando del relato, el cuento, la leyenda, la novela y en muchas ocasiones de la mentira. En una de las obras de León Tolstoi se refiere con profundo repudio al maltrato físico de un hombre que torturado encontraba la muerte y un observador decía “Es indudable, que sus torturadores, saben algo que yo desconozco”. Angustia de la oscuridad de la duda producida por desconocer el misterio.
El hombre tiene deseos de poder, pero las ansias de conocer la vida de los demás no se queda atrás. Cuentan que en la mayoría de los diálogos entre amistades un 90% versa sobre la vida de otros, las vidas ajenas e incluso en las grandes reuniones siempre hay una pausa, antes de iniciar o al terminar como un disimulado descanso, en donde se presentan actualizaciones sobre los últimos aconteceres de la vida de los demás. Algunos dicen que solo las mujeres se interesan de estos temas, no es cierto, hay censos y encuestas que muestran resultados asombrosos sobre la importancia que se da al conocimiento de la vida de los otros y que todos, hombres y mujeres, penetran a pasos agigantados en la privacidad de las personas, las sociedades y las organizaciones. ¿Por qué las vidas ajenas atraen en forma tan impresionante a los demás? Dicen que hay regiones, naciones, ciudades y pueblos en donde más se habla de estos temas particulares, incluso hay una frase muy antigua refiriéndose a pueblos pequeños como infiernos grandes. ¿Es esto malsano o grave? No creo, pero en exceso perturba la buena marcha de las relaciones porque en ocasiones se crean prejuicios y creencias edificadas en bases falsas o inconsistentes acompañadas de ciertas famas hasta llegar a decir “Las apariencias engañan”. La tecnología y sus prodigiosos avances están produciendo las posibilidades de encontrarnos en todas partes y conocer nuestros movimientos. Ya casi no hay secretos, por eso alguien se impulsó a decir “La única libertad que tenemos es la de ocultar nuestros propios pensamientos”.
En Dante y su Divina Comedia hay una predisposición a la utilización del pronombre. Pero es el pensamiento del poeta predestinado a tener la gran visión que desea transmitir a los demás. Es un encuentro con el Yo personal ampliado hacia los demás. Algunos dicen que la persona agonizante alcanza a repasar su propia vida y la analiza con críticas, arrepentimientos o satisfacciones, pero sin ocuparse ya de la vida de los otros. La Hipnosis se ha utilizado para conocer secretos y desterrarlos de almas atormentadas y de sicosis profundas. Allí se han encontrado testimonios reveladores que han conducido a suscitar interpretaciones, interrogantes y afirmaciones sobre el tema de la soledad, el silencio y la preocupación por los demás. Un poeta, cuando le recetaron para su soledad el entregarse a grandes reuniones, a participar de las manifestaciones del pueblo, dijo: “No les puedo hablar de multitudes porque no las conozco, pero sí puedo hablar de soledades que en el fondo son tristes multitudes”.
Las manecillas del reloj avanzan y el tiempo pasa inexorablemente, cada año parece ir más rápido que el anterior y de pronto nos encontramos ante la realidad de una sabiduría acumulada, animada por las experiencias de toda clase y por la preocupación de las vidas ajenas, pero ya en unión solidaria con los semejantes sin el detalle cuotidiano y sus consecuencias personales. El encanto de las vidas ajenas solo debe servir para ayudar, construir relaciones, avanzar en la convivencia y progresar como seres humanos. Lo demás es diversión diminuta y exigua ante la inmensa variedad del Universo.
