Por: Sebastián Silva-Iragorri
No son cortinas de adorno o espontáneas, estas son fabricadas, montadas y desarrolladas para ocultar algo, hacer otra tarea principal, desviar la atención, ocupar a las gentes, maquillar situaciones, en fin, para todo, menos para lo que aparentan con el humo que todo lo tapa y oscurece. Son muy utilizadas en la política, en especial por los líderes y gobernantes. Eso parece ser lo que se montó con el Consejo de Ministros realizado y televisado hace pocos días. Algunos dicen que mientras todos discutían sobre ese Consejo, Petro trabajaba en silencio en favor de su hijo Nicolás; otros dicen que estaba distrayendo a la opinión mientras arreglaba con Venezuela y Cuba acciones contra Estados Unidos y el poder de Trump, pero la mayoría opina que quería salir de algunos ministros para enfilarse solo con personas leales a su movimiento en la próxima campaña electoral. Petro tiene experiencia total en política y cada movimiento es calculado y preparado con precisión en dirección a sus objetivos. Creo que Petro sabe que su gobierno ya no puede lograr las metas que se trazó en su campaña y que va rumbo a un fracaso rotundo. El cierre de 2024 con un déficit fiscal de un 6,8% del PIB es una noticia grave, es el déficit más alto de los últimos 20 años. En el citado Consejo comentó que de 195 compromisos hechos solo se ha podido cumplir con 49. Los ministros no han dado la talla y hay una nula ejecución y baja recaudación. Se dice que el único sector que el gobierno no ha podido intervenir es el cafetero y es el único que anda bien. Petro es mejor con discursos en el Congreso que gobernando. Además, acaba de pronunciarse la Corte Constitucional consagrando que todos los temas humanitarios que se pacten en acuerdos de paz deben ir al Congreso. Esto es un golpe fatal a su política de paz total.
Considero que con todo esto y ante un lánguido final Petro está pensando en renunciar a la presidencia. Sería una noticia impactante que volvería a colocarlo en primer plano nacional e internacional. En su interior sabe que ya no tiene más campo de acción y que el triunfo de Trump lo limita incluso con una posible descertificación en septiembre próximo por la falta de lucha real contra el narcotráfico. Ante este panorama no tiene ya juego y ante un triste final como derrotado prefiere una renuncia con múltiples justificaciones. Dirá que la oligarquía y los Nazis no lo dejaron gobernar, que sus reformas banderas las atajaron en el Congreso y en las Cortes, que los medios de comunicación y los partidos de derecha se interpusieron en su camino, que ante esta situación no le queda otra opción digna que renunciar y quedar habilitado para aspirar al Senado o a una Constituyente si llega a programarse. Si Petro encabeza una lista al Senado con todos sus movimientos unidos y como víctima puede obtener una gran votación y la elección de un número importante de senadores que serían la fuerza clave en la próxima legislatura. Petro desde el Senado ejercería un liderazgo frente al nuevo gobierno en 2026, apoyándolo si el presidente es de izquierda o en oposición si el presidente es de derecha. La estrategia una vez renuncie será presentar un candidato para las elecciones del 2026 argumentando la obligación de ganar para recuperar las reformas pendientes o convocar de entrada una Constituyente para aprobarlas. Si Petro no renunciare, finalizaría desgastado, sin credibilidad, sin curul en el Senado, sin liderazgo alguno ante sus huestes y la opinión del país y el mundo. Retirándose ahora cumpliría con las fechas de inhabilidad para ser candidato al congreso o la constituyente. No quiere salir con la cabeza agachada sino causando un gran terremoto político.
Si renuncia, habré sido el primero en pronosticarlo. Todo cambiaría, el panorama político sería otro y las estrategias distintas. Colombia debe prepararse para esta posibilidad.