Por: Juan Camilo López Martínez – Politólogo y Magíster en Gestión Pública
En los últimos días, las imágenes de largas filas en diferentes puntos del país, de ciudadanos madrugando desde las 4:00 a.m. o incluso trasnochando por completo, para reclamar medicamentos —muchos de ellos sin éxito—, y de madres angustiadas por no conseguir atención para sus hijos o familiares, se han multiplicado en todo el país. En Popayán, como en muchas otras ciudades intermedias, esta situación no es ajena. La crisis de salud ya no es un debate técnico ni legislativo, que estábamos analizando desde el escritorio: es una realidad palpable que toca la vida diaria de millones de colombianos.
Y es que esta no es una crisis más para el gobierno nacional. A diferencia de los escándalos de corrupción, los retrasos institucionales o las tensiones políticas, el colapso del sistema de salud afecta lo más elemental: la vida y la dignidad. Nadie puede relativizar el dolor de quien no encuentra un medicamento o de quien muere esperando una autorización, así el presidente intente hacerlo o los fanáticos ciegos también. Esta vez, el Estado no solo llegó tarde; simplemente no llegó.
Basta con hacer una búsqueda rápida de imágenes del extinto Instituto de los Seguros Sociales (ISS) en Google para entender a lo que estamos regresando. Yo era un niño, pero esas fotos —de filas eternas, de usuarios tirados en el suelo esperando atención, de rostros resignados— hoy se ven replicadas en nuestras redes sociales. La diferencia es que entonces teníamos la excusa de un sistema que no se había modernizado y dado el crecimiento demográfico colapsó. Hoy, ese retroceso es producto de decisiones políticas, tomadas a sabiendas de la consecuencia que iba a generar.
El presidente Gustavo Petro y el Ministro de Salud, cometieron su mayor error político al decidir intervenir directamente el sistema de salud. En vez de fortalecer lo que funcionaba —sí, incluso en el sector privado— optó por imponer una narrativa según la cual todo lo privado es enemigo de lo público. Ignoró que muchas EPS han sido aliadas para cumplir propósitos públicos.
La intervención de EPS como Sanitas, Nueva EPS y Compensar desató una tormenta. Las deudas se acumulan, los prestadores de servicios están asfixiados y los pacientes, abandonados. Lo más preocupante es que, mientras esto ocurre, el presidente se refugia en su red social favorita X (Twitter), culpando a supuestas conspiraciones y negándose a asumir la responsabilidad que él mismo se adjudicó.
Petro ha sobrevivido políticamente a escándalos, a errores de forma y de fondo, a improvisaciones y a una incapacidad crónica de construir consensos. Pero dudo que sobreviva al colapso del sistema de salud. La salud no es un tema simbólico ni ideológico: es una necesidad inmediata. El hambre, la enfermedad y el dolor no esperan trinos ni teorías. Requieren soluciones, y rápido.
Porque cuando la salud colapsa, también lo hace el liderazgo.