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InicioOPINIÓNJuan Carlos López C.La Revolución de las pequeñas cosas

La Revolución de las pequeñas cosas

Entre 1950 y 1970 el mundo vivió una auténtica revolución. Aparecieron el rock and roll, la salsa, la minifalda, la píldora anticonceptiva, el voto para las mujeres, los hippies, Cuba se volvió comunista, nacieron las guerrillas de izquierda, los movimientos estudiantiles, étnicos, animalistas y ambientalistas se organizaron, llegó el nadaismo, la poesía abandonó la rima, el hombre fue a la luna, la misa se dejó de dar de espaldas y en latín, entre muchas otras transformaciones.

Fue como una versión renovada del Humanismo, el cual había tenido dos momentos de esplendor 500 años atrás en Europa, primero con el Renacimiento y luego en las revoluciones francesa y americana de finales de 1700.

Pero también llegó la deforestación de miles de hectáreas, a la capa de ozono se le abrieron enormes boquetes, aparecieron la marihuana y la coca, la temperatura subió varios grados y la amenaza de la extinción de las especies se volvió una sombra creciente, cada vez más cercana.

En todos los lugares del planeta cada uno de esos hechos tuvo un impacto y un desarrollo. En los positivos había un común denominador: ser más sensibles, más humanos, pasar de mirar al hombre como centro de la existencia y entenderlo en toda una nueva dimensión de relacionamiento con la naturaleza y de paso derrotar la pobreza.

Esa es la razón para que algunos hagamos política, queremos que pasen cosas que hagan más vivibles y equitativos nuestros entornos. La nueva revolución en ese sentido no es de izquierda ni de derecha, está en la actitud que tengamos para afrontar la realidad actual.

Esa es la razón también por la cual la democracia local es tan importante. Porque ahí es donde se define y aterriza esa Revolución Humanista en pequeñas acciones de gobierno.

Por eso en Popayán hay que seguir protegiendo a los animales y al medio ambiente. Ya existe un gran refugio para ellos, debe funcionar pronto; ya se acabaron las carretillas tiradas por caballos, hay que estar atentos a que no vuelvan; se requiere que retornen y permanezcan de manera sostenida las esterilizaciones de perros y gatos y fortalecer la protección de la fauna silvestre. La lucha contra el cambio climático no puede parar ni un solo día, hay que intensificar la siembra de árboles.

Hay herramientas que no se pueden abandonar, como el Fondo Educativo Municipal (ahí hay plata); recordemos los diagnósticos de todos los estudios en relación a entender la cultura como nuestro eje del desarrollo, para eso está una Secretaría, para que proteja nuestro patrimonio cultural, lo impulse y potencie el turismo en sus nuevas tendencias. La lucha contra el desempleo tiene una gran expresión cuando se apoya a las mujeres y a los jóvenes emprendedores.

Es imposible no trabajar con el cemento, y en otros temas importantes adicionales como la vivienda popular, la movilidad, la seguridad, los servicios públicos, etc., pero la mirada de darle más oportunidades al talento es lo que cambia a una ciudad. Ese es el debate. Ahí está la auténtica competitividad.

Para todo eso es definitivo tener un norte claro y definido en conjunto y para varios años. Se supone que los planes de desarrollo y de ordenamiento territorial cumplen esa función. La angustia surge cuando esto no se hace, ahí no se sabe para dónde vamos y – entonces – cualquier bus nos sirve.

Posdata: tenemos una enorme expectativa por las conclusiones de la COP16, en especial de su financiación. Una lástima la ausencia de la inmensa mayoría de los gobernantes mundiales.

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