HORACIO DORADO GÓMEZ
Es vivificante escribir sobre hechos evocativos de mi ciudad. Mi pasatiempo ha sido relatar los momentos durante el caminar de los días. Escribo, porque no se deben perder en el tiempo, ni guardar en el alma, las cosas que fueron. Hay que conservar la memoria colectiva para las generaciones futuras. Me deleito sacándolas del baúl de los recuerdos y, en ese trasegar, procuro agradar a quienes me leen. Evoco el saludo “patojo”: “¿cuándo llegaste y cuando te vas’”. Meditaciones que, nos transporta, siendo saludable y buena para el espíritu. No es nostalgia por el pasado, es la vida retrocedida en el corazón. Lo nuevo causa perturbaciones, porque los reformadores del mundo olvidan cuán difícil es retocar con acierto un cuadro antiguo.
La palabra contemporánea es aplicable a la forma permanente que estamos viviendo y la que les tocará a nuestros descendientes. Pero, esta ola es imparable, haciendo la vida más corta, dados los cambios tan significativos que la postmodernidad trae consigo. Ya no extrañamos el afectuoso abrazo del amigo ausente, ni saber de su salud, porque frecuentemente “chateamos” en msn (messenger). Por internet conocemos los resultados de laboratorio clínico. Ahora es posible comprar productos y servicios en línea desde cualquier lugar con una conexión a internet. Se ha revolucionado la forma en que las personas aprenden. Ahora es posible acceder a cursos en línea, tutoriales, videos educativos, etc. Y, también ha permitido a las personas trabajar desde cualquier lugar con una conexión a internet.
Todo trato es por Facebook, con cadenas de “amigos” virtuales que a través de fw, forward (re-envíos) recibimos toda clase mensajes. Gajes de la tecnología que nos atropella. El impacto del internet en la vida diaria ha sido enorme en las últimas décadas, siendo difícil imaginar la vida sin acceso a internet, ya que cambió la forma en que las personas trabajan, estudian, se comunican y entretienen. Desde luego su adopción, rebasa los límites del humanismo, y nos conduce a la deshumanización. De allí que, sea necesaria la capacidad de discernimiento para distinguir la información útil, de la que no lo es, dentro de esa “carreta de la información”, conocida como “internet”
¡Que sería de la vida sin el celular! Precisamente por eso, ya poco vemos la cara de los “patojos”. Extrañamos las voces de amigas que lloraban sobre nuestros hombros al oír cuitas de sus vidas. Extrañamos también, la caminata semanal para entregar los escritos, y, de paso, saludar a toda la familia periodística del periódico, ahora denominado: “El Nuevo Liberal”. Las redes sociales desplazaron el acto emocional de la presencia. Es el impacto del Internet en la vida diaria. La tecnología, cambió las cosas en esta época de muchos conocidos, pero de pocos amigos. Han pasado un poco más de 30 años desde que se masificó el internet. Hoy en día, es difícil imaginar la vida sin acceso a internet, por haber cambiado la forma de vivir.
¿Qué se hicieron los tertuliaderos? ¿Qué de los helados de Baudilia y qué del tinto en el Café Alcázar? Y los “Grilles”: la Carreta, La Llave, el Fantasio, la Tranca, el Maryland, el Playboy o simplemente “comer prójimo” en el parque de Caldas, son cosas de ayer. Añoro las salas de cine: teatros Bolívar, Popayán, Valencia, Anarcos, y Palacé, no solo para ver películas, sino como sitio de encuentro para intercambiar las pequeñas novelas y los “cuentos” de Tarzán, el Llanero Solitario, el Fantasma, Porky, la Pequeña Lulú. ¿Dónde están los viejos amigos?
Civilidad: Ahora, los encuentros casuales son en las largas filas reclamando medicamentos, en la nueva EPS, en las IPS, en las droguerías, en laboratorios clínicos y, lo más triste, en las salas de velación.