Por: Harold Mosquera Rivas
Muchas familias han terminado divididas por controversias relacionadas con la partición de la herencia que dejaron los padres fallecidos, a veces son muchos bienes, en la mayoría de los casos, solo queda la casa paterna. Sin embargo, los hermanos se pelean, unos quieren que se venda para que les den lo suyo, otros quieren mantener la propiedad, porque habitan en la casa o porque la consideran un patrimonio de alto valor afectivo.
Al final, casi siempre se impone la necesidad de vender la casa, a menos que alguno de los herederos tenga el capital suficiente para comprarle a los demás y quedarse con el bien. Por eso, es tan importante que, en cuanto sea posible, los padres se ocupen de dejarle a los hijos la mejor herencia, que es la educación, pues aquellos hijos que realizan sus estudios universitarios y luego adelantan los posgrados llegando a nivel de maestría o doctorado, ya tienen en su cabeza, la mejor de todas las herencias, aquella que nadie podrá venir a disputarles cuando los padres falten.
Con esa herencia, se pueden convertir en realidad los más elevados sueños. Aún recuerdo, la reunión con mis hermanos después de la muerte de nuestro padre, conversamos sobre el destino que deberíamos darle al taller de mecánica automotriz de propiedad de Papá, que sirvió de sustento económico a todo nuestro proceso educativo, en el que quedaron laborando 3 mecánicos que se formaron con él y fueron sus otros hijos en el camino de la vida.
La otra decisión estaba relacionada con la casa paterna, ocupada por nuestra hermana menor con sus dos hijos mellizos de 10 años de edad. Empezamos por reconocer que, con la educación que nos dieron, ninguno de los hermanos necesitaba más herencia para resolver su futuro, por tanto, deberíamos dejar que los 3 mecánicos continuaran laborando en el taller, en las mismas condiciones en que lo hicieron mientras el jefe vivió.
Aún están allí, honrando ese legado de trabajadores cumplidores de su deber y honestos con la clientela, que es la base del éxito en esa clase de oficios. Respecto a la casa, siendo el lugar de residencia de nuestra hermana, quien acompañó a nuestro padre en sus últimos años de convaleciente vida. Correspondía permitirle seguir viviendo allí, en las mismas condiciones que lo hizo antes de la partida del padre.
De esa manera quedamos todos conformes e imaginamos que, dónde quiera que estén nuestros progenitores, estarán celebrando el destino de su herencia. La familia sigue unida, procurando que cada uno de los jóvenes de la tercera generación, tengan iguales o mejores oportunidades de educación de las que nos dieron a los de la segunda.
Es probable que estos jóvenes terminen en cualquier parte del mundo, buscando su futuro, como se acostumbra ahora. Pero, de lo único que pueden estar seguros, es que, cuando regresen a nuestro país, en sus períodos de vacaciones, van a encontrar en la casa paterna, el mejor lugar para recordar como en la parábola del retorno de Barba Jacob, aquellos tiempos maravillosos de su niñez.