Julián Andrés Caicedo Ortiz
Iniciaré muy directo, el Cauca ha sido víctima de una clase política regional sin liderazgo real, sumisa ante los intereses de Bogotá y sin la capacidad –o la voluntad– de construir un proyecto regional sólido. No hay estrategia, no hay continuidad en las políticas públicas, no hay una visión a largo plazo. Lo que sí hay es una carrera descarada por el poder, donde cada nuevo gobierno nacional tira por la borda lo construido por el anterior solo por revanchismo o intereses personales, pero en la foto siempre hay un caucano o caucana, eso es ineludible.
Nos han vendido la idea de la renovación política, pero en realidad lo que tenemos es un reciclaje de las mismas viejas prácticas. Se cambian los nombres, los partidos se disfrazan de “nuevas alternativas”, pero al final, el control sigue en manos de los mismos grupos de poder que durante décadas no han permitido que el Cauca avance de verdad.
Cada vez que hay una oportunidad “histórica” para transformar la región, los intereses personales terminan primando sobre el bien común. Este gobierno del Cambio no ha sido la excepción. ¿Dónde están los grandes acuerdos por el desarrollo del Cauca? ¿Dónde está la unidad entre líderes políticos para sacar adelante la región? Lo que vemos son peleas internas, causismo, circunstancialismo y una lucha feroz por cuotas burocráticas y un oportunismo que frena cualquier posibilidad de progreso ¿dónde están los ministerios? Es el grito de batalla.
La gente dice que hay que cambiar, pero en el Cauca las cosas parecen diseñadas para que todo cambie sin que nada realmente cambie. Seguimos atrapados en el mismo círculo vicioso, mientras la violencia y la falta de oportunidades siguen golpeando a nuestra gente, y lo peor es que la indignación dura solo hasta la siguiente elección, donde aparecerán las mismas promesas vacías: “Un gobierno nacional comprometido con ustedes”
La estructura política del Cauca está diseñada para la perpetuación del poder. Quienes hoy fungen como líderes han crecido dentro de los mismos círculos de influencia, han aprendido los mismos métodos y replican las mismas estrategias que han mantenido a la región en la postración. No hay un interés genuino en reformar el sistema, solo en adaptarse a él para continuar explotándolo en beneficio propio. Cualquiera que no sea parecido de familia, o que huela a campesino, no entra en la élite o en ese “club” VIP de poder regional.
Es evidente que el problema no es la falta de recursos ni la ausencia de oportunidades. El Cauca tiene potencial agrícola, turístico, cultural y académico. Lo que no tiene es un liderazgo político en el orden nacional, que priorice su desarrollo, todo son finalmente cuotas o burocracia. En vez de fortalecer proyectos productivos y potenciar la infraestructura, los actores políticos regionales se dedican a decir que ellos podrían gobernar mejor, como siempre, y no les interesa la unidad y mucho menos la construcción colectiva.
La violencia ha sido un factor clave en el estancamiento del departamento. Pero en lugar de afrontarla con un enfoque serio y sostenido, los políticos han usado el conflicto como excusa para su propia inoperancia, o como justificación para defender al gobierno en turno. Se ha permitido que actores armados continúen imponiendo su ley en territorios donde el Estado debería tener presencia real y efectiva. La falta de liderazgo ha hecho que las soluciones sean momentáneas y no estructurales, el gobernador camina solo sin una clase política regional que piense en el Cauca. Si no hay burocracia no hay apoyo, parece ser la máxima.
En este panorama desolador, la responsabilidad no solo recae en la clase política. La ciudadanía ha caído en la resignación, en el conformismo que permite que las mismas estrategias se repitan una y otra vez. La falta de una participación activa y crítica ha facilitado la continuidad de esta gran estafa política. Necesitamos de los líderes que hablen, que construyan, que alcen la voz. Seguramente más Silva, más Campo, porque los demás siguen diluidos en la lisonja y la desconexión.
El gran desafío está en generar una verdadera transformación. Es urgente fortalecer liderazgos auténticos, alejados de los intereses mezquinos que han definido la política regional por décadas. Se necesita una sociedad civil activa, dispuesta a fiscalizar, a cuestionar y a exigir resultados tangibles.
La gran estafa política del Cauca ha sido cambiar para que nada cambie. Los discursos de renovación nacional han sido solo máscaras de un continuismo disfrazado. Pero la pregunta sigue siendo la misma: ¿Hasta cuándo? Si no se rompe este ciclo de promesas incumplidas y de engaños sistemáticos, el departamento seguirá sumido en la misma inercia, mientras sus potenciales quedan en el olvido y sus ciudadanos en la frustración. El verdadero cambio no vendrá de quienes hoy detentan el poder, de la clase política de los de siempre, sino de una ciudadanía que decida, de una vez por todas, no ser cómplice de su propia desgracia.