Jesús Helí Giraldo Giraldo
Soy uno y todo en el universo; no soy nada, siéndolo todo. La ínfima parte que represento se pierde en el cosmos haciéndome invisible. Por la unidad infinita que me ata a todo lo creado y permite, en mi mente, reunir el universo, soy el total, el espíritu me hace infinito y universal. La concepción del ser humano en un conjunto mente-cuerpo permite entender la integración universal que nos une y confunde en la existencia. La mente es lo más parecido a la energía, la vemos sólo en sus efectos. Una persona es microcosmos, réplica del gran macrocosmos, repetido en cada una de sus partes; así como en la célula se encuentra la vida, el individuo representa al mundo.
Cuando el sol se pone se observa silencio y quietud en el ambiente, lo mismo sucede con el cuerpo, se siente pesado y preparado para el sueño; pesadez y monotonía son compartidas entre el cuerpo y la naturaleza. Todo lo contrario, acontece al salir el Sol, la actividad es dominante, genera movimiento; son los ciclos de la naturaleza que repercuten en el cuerpo. Nada está aislado, el organismo vive una intercomunicación constante. Cada órgano, a pesar de tener funciones específicas, necesita de todos los demás, con ellos se relaciona y complementa. El sistema circulatorio, el nervioso y el digestivo saben de las actividades del otro y las necesitan.
La energía lo abarca todo, en la manifestación de sus diferentes expresiones está la forma de constituir el universo. La mente, en su imaginación y pensamiento, se proyecta a la humanidad entera; fenómenos extrasensoriales trasladan la persona más allá del cuerpo. La energía está en los procesos vitales; en el movimiento se dan formas de trabajo, involucrando diferentes expresiones de energía, presentes también en el sentimiento y pensamiento. Gracias a la energía solar la planta efectúa los procesos que la mantienen viva. Todas las máquinas inventadas por el hombre, y su funcionamiento, no son más que réplicas de la máquina humana.
El comportamiento es una energía, entendimiento y comprensión, relación entre las partes que constituyen el ser; es la relación de la humanidad con la naturaleza. El orden interno, de cada uno, se refleja en las relaciones con los demás y con el orbe. Yo soy, cuando me siento uno con la naturaleza, cuando me veo uno en cada uno de mis semejantes y uno solo en toda la humanidad.
Como la luz que atraviesa el vidrio, conservando al otro lado sus propiedades, la energía que sustenta el universo pasa a través de los humanos, las montañas y las rocas; de los ríos y los mares; de los monumentos y los edificios; está en todo y a todo nos integra. Se encuentra en el aire que respiramos, en el sol que calienta y conserva nuestra vida; en la mirada de tus ojos y en el palpitar de nuestros corazones. La energía es el júbilo, es nuestra sangre; está en las plantas, en los animales, en el mar y en el firmamento; en mí y en ti, es expresión de todo lo creado. Somos energía e información en un proceso dinámico de comunicación e intercambio. La energía pasa a través de nuestros cuerpos y llega a otros sin abandonarnos; junto a los elementos que la constituyen está en todos los seres y se manifiesta en expresiones diversas.
La energía calorífica mantiene la temperatura de nuestro cuerpo; la alimenticia hace posible los procesos de digestión y metabolismo, permite al hígado elaborar la albúmina humana, partiendo de la vegetal y animal, asimiladas en la alimentación diaria, descomponiéndolas en los aminoácidos, presentes en todas las otras albúminas. Las plantas los toman del agua, la tierra y el aire. La albúmina humana se configura mediante una ordenación especial y única que muestra el grado evolutivo de nuestra especie, sin alejarla ni diferenciarla, en su composición, de las demás; contiene los mismos elementos de las otras, los mismos aminoácidos, pero diferente ordenación; distintas casas construidas con idénticos ladrillos. En solo una de las múltiples funciones de este órgano nos damos cuenta de la inseparable unión del ser humano con los vegetales y animales.
*La personalidad: efectos de la infancia, Jesús Helí Giraldo Giraldo, Tercer mundo editores 2000