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El victimario es prisionero del odio

Por: Jesús Helí Giraldo Giraldo

El victimario está irrigando en su agresión constante el veneno que invade su interior, ahogado en él se obliga a emitir, como un volcán en erupción, toda la malignidad que ha consignado su alevosía, indignidad que daña a quien no está en capacidad de defenderse, emisión alimentada por los deseos de venganza, envidia, ira y celos, por esta razón hay que considerarlo víctima de la emoción negativa del odio en su accionar constante. El odio representa una ausencia de amor, por lo tanto, no lo venceremos con más odio, sólo la luz del amor desplaza esa sombra nefasta, el agresor vive en la oscuridad olvidado de la luz, no la reconoce, incapaz de mirar el sol de frente, fuente inagotable de luz le es desconocido e insoportable, cada vez se hunde más y más en ese pozo oscuro de la maldad. Con el paso de los años las capas emocionales del victimario aumentan el bulbo de su cuerpo de agresividad y maldad.

A pesar de saber que todo ser humano por maligno que sea encierra en sí mismo un corazón que no lo deja ser totalmente malo con la esperanza de alcanzar su corrección y enderezar el camino, es más fácil inculcar el amor en los primeros años, en niños y adolescentes, en su primera formación hogareña y escolar, los padres y educadores tienen en sus manos la oportunidad de crear seres amables y buenas personas, defensores de la vida, representada en otros seres humanos igual a ellos y a cada uno de nosotros, vida humana por la cual debemos estar agradecidos, constatarla en nosotros y en nuestros semejantes constituye el milagro de cada día.

Al desarrollar personalidades bajo el auspicio del amor, formamos seres capaces de asumir actitudes positivas para lograr mejores elecciones en cada momento frente a cualquier evento, esto expresa un comportamiento positivo, una personalidad líder se puede orientar de manera predispuesta a alcanzar la autoridad sin necesidad de acudir acciones dictatoriales inflexibles, construir el éxito sin pisotear al prójimo. Se requiere cuidado y atención cuando tratan de aparecer manifestaciones autoritarias en los niños, corregirlos oportunamente, indicarles otras formas de ganar autoridad y prestigio sin el sometimiento ni actuar como un sátrapa dictatorial desconocedor del dialogo y menos reproches o réplicas a sus decisiones, limitándose a imponerlas en forma autoritaria. La autoridad sin amor es imposición, drástica orden inapelable y con sanción para quien no está de acuerdo.

El amor es básico para evitar que se mezclen el autoritarismo y el odio, se manifiesta en el respeto al otro sin importar la edad, recién nacido, joven o mayor, es respeto a la vida representada en el ser humano que tenemos al frente. Valorar la vida donde se encuentre, en el niño, en la pareja, en los relacionados, en la convivencia en general, todos los seres vivos incluidos los animales y plantas, allí está la vida, hay que cambiar el sufrimiento por bienestar, nunca provocarlo, desarrollar la compasión, es decir situarnos en la posición del otro y nunca hacerle daño ni dejar que otros lo hagan, tenemos derechos todos a vivir felices y sin sufrimiento, el paso por el planeta que habitamos es corto, hagamos del escenario el reino de la alegría.

El cáncer de la sociedad constituido por el odio es alimentado también por la intolerancia, ver en el comportamiento ajeno un defecto y no una forma de ser tan respetable como la nuestra, en el irrespeto y falta de consideración, el intolerante, se vuelve un crítico mordaz de la manera de actuar de los demás, considera que sólo él actúa bien, los demás están equivocados, se le olvida que somos espejos uno del otro, si yo espero tolerancia y respeto debo aprender a tolerar y respetar las ideas y opiniones ajenas, la forma de actuar mientras no me atropelle es respetable y bienvenida, no hay razón para repróchala, es un adorno más del paisaje mental y existencial.

La vida es una sola, la mía y la de los demás, un éter que trasciende por todas partes merece el respeto sin importar razas, costumbres, condiciones económicas, sociales o clasificaciones por edad, género, gustos o cualquier consideración. Este criterio debe crecer simultáneamente con la persona y, así como se quitan las hojas secas de las plantas, el matoneo debe detenerse cuando se manifieste, cohonestar con él, en el seno familiar o en la sociedad, es alimentar el virus que acabará con todos, una fruta podrida hay que separarla si queremos conservar el resto.

Segunda parte

La tolerancia, la flexibilidad, el amor y la compasión son las mejores herramientas de la convivencia su implementación es la mejor arma contra el espíritu del matoneo. Los niños que crecen en ambientes que cultiven estas virtudes vencerán fácilmente esa tendencia agresiva una vez surja en ellos, aunque no debería si el ejemplo adulto es bondad y virtud, somos fruto de la herencia y la experiencia, alumnos del mundo y su enseñanza. Los niños están aprendiendo el ejemplo de los mayores, a través de él se aprende y expande, la palabra amable enciende ambientes cuyas llamas de gratitud espantan la agresión.

Este tipo de comportamientos en el hogar acompañados de la paciencia que espera y no se desespera ante el paso del tiempo, sobre todo el ajeno, conserva la serenidad y la calma, todo tiene su tiempo: el semáforo, el desayuno, la petición en la oficina o el restaurante, todo requieren tiempo para cumplirse, concepto fácilmente entendible por la paciencia y comprensión humana. Unas personas son más lentas que otras, más parsimoniosas y otras más precipitadas, entender y respetar el uso del tiempo y el espacio evita que nos llenemos de irritabilidad y terminemos en acciones altaneras u ofensivas, ahí se fundamenta otro de los bastiones del matoneo, la irritabilidad, los autoritarios, dictatoriales y agresivos no esperan, rechazan la lentitud, no conceden descanso, maltratan por ello.

El polo opuesto de la irritabilidad es la paciencia, impulsemos esta actitud al asomar símbolos de matoneo irritable, en los niños, los menores, con la pareja, empleados, trabajadores, los miembros del equipo humano, en todo momento hacemos honor a la existencia humana en función del tiempo y el espacio, únicos parámetros que la deciden y modifican.

Otra consideración importante a tener en cuenta al hablar del victimario es que su odio constante, manifestado en la necesidad de hacer el mal, es una consecuencia del resentimiento y la amargura por complejas relaciones anteriores, aflicciones o tormentos del pasado que aún no ha podido perdonar. Heridas remotas reflejan su resentimiento en acciones vengativas por la incapacidad de enfrentar sus propios fantasmas, falta de perdón por vivencias ingratas que lo atrapan e inhiben su evolucionar, no disfruta el presente, la úlcera del rencor no sana, al infligirse, él mismo, su tormento, se niega a vivir y ser feliz, derecho que nadie puede quitarnos, por su falta de perdón, el individuo rencoroso y amargado, se suicida lentamente.

El amor y el perdón unidos constituyen el mejor antídoto contra el odio, implícito en toda agresión, a veces también expresión del miedo, algo paradójico pensar que el victimario también sufra de miedo, pero así es, la diferencia con la víctima es que mientras ésta huye, el otro ataca, su desconfianza por la venganza de sus atrocidades cometidas le muestran el enemigo en todas partes.

Ahí radica el papel de la educación si quiere formar buenas personas: inculcar en el menor el amor, la tolerancia y la gracia del perdón. El perdón es una exquisita herramienta que borra las heridas del cuerpo sutil, el sufrimiento es una decisión personal, solo uno mismo puede graduar el termómetro interior y decidir entre los hechos del ayer y el merecimiento a ser feliz, disfrutar la belleza de cada nuevo amanecer, expresar gratitud por la vida, salir de la caverna y mirar al sol de frente.

Fuente: Giraldo Giraldo Jesús Helí, Educar es formar buenas personas, Amazon 2023

JHGG

Bogotá, 26 de octubre de 2024

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