Por: Harold Mosquera Rivas
Próximo a cumplir 43 años de residencia en Popayán, vinieron a mi memoria algunos recursos del pasado, como la llegada a la ciudad en febrero de 1982 para iniciar el primer semestre de ingeniería electrónica, tiempos de lluvia, mucho activismo político y marchas frecuentes en la Universidad del Cauca.
Tiempos de las residencias universitarias Tuto González y Cuatro de Marzo. De los magnicidios de Lucho Calderón y Luis Solarte. Tiempos dedicados a dos pasiones, la academia como instrumento eficaz para cambiar las condiciones de vida de nuestra familia y el baloncesto, ese vehículo efectivo para mantener a los jóvenes bajo disciplina y alejados de las tentaciones que pueden llevar al fracaso.
Los sábados, domingos y festivos, el polideportivo de Tulcán, abierto a todo el público, sin restricción alguna, recibía a todas las personas que llegaban a prácticar los deportes, en competencias que iniciaban temprano en la mañana y terminaban al medio día. De esos años maravillosos, quedan verdaderos amigos del alma, de aquellos que cuando los vemos en la distancia, en la calle, o en un centro comercial, el alma se llena de alegría y emoción, pues de inmediato afloran los más bellos recuerdos.
Eso me sucede cuando encuentro al maestro Manuel Hurtado Jiménez, el responsable de los deportes en la universidad en aquellos tiempos, quien por sus capacidades y resultados terminó ocupando el mismo cargo y de manera simultánea en Unicauca y la Fup, algo que hasta hoy nadie ha podido repetir. Manuel era el protector de los deportistas destacados, llegando a sacrificar parte de su salario, para proveernos aquello que necesitábamos en tiempos de dificultades. A su lado, como entrenador del nuestro equipo de baloncesto de aquellos tiempos, se destacó Pedro Grijalba Gómez, con quien recorrimos gran parte de la geografía nacional conquistando medallas y trofeos para el alma mater.
Otro amigo inolvidable. Así mismo, en el equipo femenino de baloncesto de Unicauca, se destacó, como jugadora y luego entrenadora, Lida Guzmán Hoyos, un verdadero fenómeno jugando baloncesto, casi siempre viajábamos los equipos masculino y femenino y por eso compartimos muchas correrías, de las cuales nació una afectuosa amistad, que luego se extendería por el resto de su familia, en diferentes espacios de la ciudad blanca, en especial con su hermana Cecilia, mujer maravillosa y líder sindical aguerrida, que ha marcado historia en la administración de la ciudad.
Con el paso de los años y la llegada de las canas, se van generando distancias con estos amigos, pasa mucho tiempo entre un encuentro y otro, pero siempre estarán en los más gratos recuerdos de los años maravillosos de nuestra existencia.
Invito a los lectores a tomarse unos minutos para hacer su propio listado de esos amigos del alma, que en mi caso son cientos, por lo que, no alcanzo a mencionarlos en esta pequeña columna. Bendiga Dios a los verdaderos amigos, porque ellos acompañarán nuestra memoria hasta el final de nuestros días.