Inicio OPINIÓN Gabriel Felipe Rosero ¿El inicio de una guerra fría 2.0?

¿El inicio de una guerra fría 2.0?

Por: GABRIEL FELIPE ROSERO

Entre 1955 y 1988, en medio de la guerra fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos, se disputó el descubrimiento del espacio, este hecho se denominó “La carrera espacial”, la cual concluyó con la llegada del hombre a la luna. Uno de los hitos más importantes en el desarrollo tecnológico.
Un episodio similar estamos viviendo hoy, entre Estados Unidos y China por el control en el mercado de la Inteligencia Artificial (IA)

En septiembre de 2023, Jensen Huang, CEO de Nvidia, posaba triunfal en el escenario de una conferencia en Taiwán. Su empresa valía $1 billón de dólares, controlaba el 95% del mercado de chips para IA y creía que Occidente tenía décadas de ventaja sobre China. Un año después, la burbuja estalló: DeepSeek, la inteligencia artificial china lanzada en abril de 2024, no solo desafió la hegemonía estadounidense, sino que desató una crisis en Silicon Valley que reveló las grietas de un sistema arrogante.

DeepSeek no es un ChatGPT con acento mandarín. Es un proyecto geopolítico con código binario. Desarrollado por la empresa homónima con apoyo estatal, este modelo —capaz de procesar 10 millones de tokens por segundo (vs. 2.5 millones de GPT-4)— opera bajo tres principios:

  • Censura integrada: Automáticamente evita temas como protestas sociales, Taiwán o el Tíbet.
  • Precio de dumping: Es un 60% más barato que sus competidores occidentales.
  • Diplomacia de datos: Regalado a gobiernos de África y Latinoamérica a cambio de información estratégica.

Mientras Washington debatía cómo regular la IA, Pekín actuó. Para julio de 2024, DeepSeek ya estaba integrado en sistemas de salud en Brasil, escuelas en Kenia y ministerios en Pakistán. Su lema no oficial: “La tecnología no es neutral: sirve al interés nacional”.

En este juego, el golpe más doloroso lo recibió Nvidia, símbolo del poderío tecnológico estadounidense. Tras el lanzamiento de DeepSeek, sus acciones cayeron un 18% en tres días, la mayor pérdida bursátil en su historia. ¿La razón? China, su tercer mercado, dejó de comprar sus chips tras las sanciones de EE.UU., y lanzó el Ascend 910B (Huawei), un rival 80% eficiente y 50% más barato.

Pero el problema no es solo comercial; es existencial. Microsoft, socio clave de OpenAI, vio cómo gobiernos como el de Indonesia cancelaron contratos millonarios con las gigantes norteamericanas, para adoptar servidores con DeepSeek. “Nos equivocamos al subestimar la autonomía china”, admitió Satya Nadella, su CEO, en una reunión interna filtrada a The Information.

USA, pretendiendo arreglar todo con sanciones, en 2022 prohibió a China acceder a chips avanzados. La lógica era simple: “Sin nuestros chips, su IA será obsoleta”. Pero Pekín convirtió la restricción en oportunidad:

  • Inyectó $150 mil millones en fabricación local de chips.
  • Atrajo a científicos chinos expatriados con salarios 200% superiores a los de Silicon Valley.
  • Usó el mercado del Sur Global para probar y escalar sus tecnologías lejos de los reflectores occidentales.

Hoy, SMIC (la principal fabricante china) produce chips de 5 mm, y DeepSeek corre en ellos sin depender de Nvidia. “Las sanciones fueron el mejor regalo para nuestra industria”, dijo el ministro de Tecnología chino, Wang Zhiqin, en el Foro de Boao 2024.

Pero en este siglo, la disputa es diferente, por eso, DeepSeek no compite solo en velocidad o costos: exporta un modelo de gobernanza. Mientras EE.UU. y la UE discuten ética y privacidad, China ofrece a países endeudados sistemas de IA que prometen eficiencia a cambio de algo más valioso que el dinero: datos masivos y lealtad geopolítica.

Ejemplos concretos:

  • En Argentina, DeepSeek gestiona el sistema de créditos sociales en la provincia de Mendoza, usando datos locales para entrenar sus algoritmos.
  • En Nigeria, analiza patrones de movilidad urbana, información útil para que empresas chinas construyan infraestructura.

“Es neocolonialismo 2.0: intercambian tecnología por sumisión”, denuncia Juliana Ramírez, experta colombiana en geopolítica digital.

En este contexto, Latinoamérica es el botín perfecto: necesita IA accesible y no cuestiona la letra pequeña. México ya usa DeepSeek para redactar leyes fiscales; Colombia, para optimizar el transporte en Bogotá. Pero hay excepciones, Uruguay lanzó Gaucho-AI, un modelo local entrenado con literatura rioplatense. Es lento y limitado, pero soberano. “Prefiero una IA que escriba como Galeano a una que me espíe para Pekín”, dijo su creador, Diego Costa.

En ese orden de idea, el lanzamiento de DeepSeek marca un punto de inflexión: por primera vez desde la Guerra Fría, Occidente enfrenta un rival tecnológico que no imita, sino que redefine las reglas. La caída de Nvidia y la ansiedad en Microsoft son síntomas de un sistema que confundió́ dominio con derecho divino.

Latinoamérica, mientras tanto, tiene una elección: ser el laboratorio de experimentación de otros o invertir en soberanía digital. Porque en esta guerra, los datos son el nuevo petróleo, y quien los controle escribirá́ no solo el futuro de la IA, sino el de la democracia misma.

Y eso importa porque Nvidia perdió $450 mil millones en valor bursátil en 2024 por la competencia china. Y en un paralelo, DeepSeek ya tiene 1.200 empleados, el doble que OpenAI en 2023. Y Latinoamérica es el tercer mercado de IA china, con un crecimiento del 300% en 2024.

Así las cosas, estamos presenciando el inicio de una nueva “guerra fría tecnológica” entre Estados Unidos y China, donde la IA es el nuevo campo de batalla. A diferencia de la carrera espacial, donde la competencia era principalmente tecnológica, en esta ocasión también se compite por el modelo de gobernanza y la influencia geopolítica.

Latinoamérica se encuentra en una posición vulnerable en esta nueva guerra fría, ya que necesita acceder a tecnología de IA asequible, pero también debe proteger su soberanía digital y evitar convertirse en un laboratorio de experimentación para las grandes potencias.

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