CARLOS E. CAÑAR SARRIA – carlosecanar@hotmail.com
Es deber moral de gobernantes y legisladores, trabajar con ahínco en atender las necesidades más prioritarias de las regiones. Necesidades que deben resolverse en procura del bienestar y felicidad de los asociados. Cambiar para mejorar debe convertirse en una constante del poder. Evolucionar y no involucionar. Menos “política” y más administración. Crecimiento económico con desarrollo social. La política en el buen sentido del término no está exenta de una connotación ética. De ahí que Aristóteles, con acertada razón, entre otras cosas, sostenga que: “La perfección y plenitud de la moralidad la tenemos en el Estado. Sólo en la comunidad se encuentra el hombre en su forma más perfecta y acabada. El hombre no es completo ni se perfecciona sino en la sociedad, con su condición de ser ciudadano, es por naturaleza un ser sociable y le es necesaria la sociedad para practicar la virtud y conseguir la felicidad”. Y agrega: “La auténtica tarea y fin del Estado consiste en hacer a los ciudadanos hombres virtuosos, velando por el cumplimiento de todos los deberes y brindándoles los medios indispensables para la realización de su propia naturaleza.”
Virtud y ciudadanía es el postulado esencial de los griegos en la Antigüedad; algo necesario en las democracias modernas, donde el ente colectivo que es el pueblo debe responder con acierto en la toma de las grandes decisiones, dentro de las cuales destacamos la elección de gobernantes y dirigentes. Estos deben propender hacia la consecución de los medios indispensables para que los gobernados puedan acceder a los derechos sociales y económicos que garanticen el disfrute permanente de una existencia espiritual y material acorde con la dignidad de las personas. Si esto no es así, la política se convierte en un desperdicio y en un vicio.
Nos encontramos ya en temporada preelectoral y ya se piensa en las presidenciales de 2026. El gobierno del presidente Petro debe optimizar el tiempo que le queda para implementar y desarrollar en lo posible, las reformas del cambio, que bastante obstáculo ha tenido por parte de un Congreso renuente al cambio y de los sectores más retardatarios de nuestra sociedad.
Ya van apareciendo precandidatos en todas partes, ya algunos andan enarbolando un discurso desgastado en contra del actual mandatario, de la izquierda democrática y su modelo de economía social; el propósito es que la derecha regrese al poder. El Partido Liberal está proponiendo una alianza multipartidista para evitar que la izquierda continúe en el gobierno.
En las pasadas elecciones presidenciales se dijo de todo con el propósito de atajar a Petro; que el castro chavismo, que nos convertiríamos en una Venezuela o Cuba, que se harían expropiaciones a diestra y siniestra, que el dólar tendría subidas extremas mientras el peso se devaluaba, que no habría más inversión extranjera, que el capitalismo acabaría en manos del socialismo y del comunismo, que se cerrarían las iglesias, que se negaría la separación de poderes, que el presidente se perpetuará en el poder , que no habría lugar para la protesta social, etc., pero nada de esto ha sucedido.
El periodo presidencial del actual mandatario termina en el 2026 y así será, lo dice la Constitución y lo recalca el presidente Petro. Petro no es maníaco del poder y será facilitador del próximo proceso electoral. Lo que hay que hacer es dejar gobernar al presidente para que pueda implementar las grandes reformas sociales que demanda el país.
El proceso electoral para las presidenciales venideras ya pinta interesante, habrá tela de donde cortar. Esperamos el devenir de los acontecimientos y el despertar de la política.