Por Eduardo Nates López
Es este, sin duda, un tema de profundidad insondable, por sus componentes psicológicos, sociológicos, jurídicos, humanos etc. Pero a su alrededor, es posible opinar desde diversos puntos de vista, precisamente por las múltiples aristas que lo rodean. Se trata de la responsabilidad que puede cargar un adolescente (por ejemplo, de 15 años) en un hecho tan grave como el atentado contra el Senador y precandidato a la Presidencia de la República, Miguel Uribe Turbay que tiene al país en vilo, desde la Presidencia de la República para abajo…
La revista Semana, en la edición de la semana pasada, titula un artículo: “La audiencia del sicario,” donde detalla dramáticamente los hechos que se presentaron en esa instancia judicial. Supongo que atendiendo alguna normatividad, evita mencionar el nombre del “menor” que disparó a la cabeza del Senador Uribe, pero publica un mosaico de fotografías de los hechos, sacadas de los videos y de la abundante infografía que ha rodeado este abominable intento de asesinato. El relato describe a “un niño que no tenía claro por qué estaba frente a las cámaras…y entiende muy poco de artículos, sentencias y argumentos…” esgrimidos por la Fiscalía. Y agrega: “…Aunque sabe que lo hizo, la recomendación de su abogado era negar todo…”. Y también comenta que “las únicas palabras que pronunció durante toda la audiencia fueron: “No acepto los cargos.” El texto de la revista continúa contando cómo el escolta del Senador lo detuvo, después de esquivar varios tiros que el avezado “menor” en su huida le hizo, porque lo perseguía y cómo otros mayores (cómplices del atentado), habían ayudado al “menor” a escabullirse, hábilmente…
Mi opinión, que seguramente contraría el enjambre de normas diseñadas para proteger a los “menores,” invita al debate (que debe haberse dado muchas veces) sobre la irresponsabilidad y la consecuente impunidad a la que parecen invitar estas normas, Aunque suene muy ramplona la expresión frente a las consideraciones mencionadas al comienzo de este escrito, a mí no me vengan a decir que “el menor” no sabía lo que estaba haciendo… Y menos, cuando en los incontables mensajes, memes y noticias que inundan las redes y noticieros, aparecen expresiones del mismo “menor”, diciendo que: “lo previsto era pegarle tres tiros…”,
Obviamente, por tratarse de un atentado contra un Senador y precandidato presidencial, el hecho adquiere una connotación adicional de gravedad. Mi comentario va a que, la especialización (y la astucia) de los delincuentes “mayores” y determinadores de los delitos, los hace ubicar este rango de edades a “menores” (predispuestos…), para el éxito de sus propósitos, a sabiendas de que la ley aporta unas condiciones que hacen más difícil llegar a los autores intelectuales.
Nunca serán suficientes las disquisiciones de los estudiosos del derecho y la psicología de la criminalidad, frente al tema de la edad para ser imputable de un delito. ¿Será que antes de los dieciocho años no se es capaz de ser experto en el manejo de un arma?…(Los hechos muestran que si…) ¿Qué composición fotográfica resultará de sobreponer la foto del “menor” (o los videos que hemos visto muchas veces en las redes y la televisión) huyendo por la calle, después de los tiros al Senador, disparando contra quienes lo perseguían y la foto del “menor”, en una camita infantil del hospital, mirando a las cámaras, como un imberbe asustadizo, frente al juez del asunto? ¿Cuál será, entonces, el punto exacto, en meses de edad, en el cual la culpa de un asesinato la tiene el “menor” que dispara con precisión profesional un arma, o el día anterior a ese punto, cuando “la culpa es de la sociedad en que se levantó el “menor” y “hay que protegerlo”? ¡Vaya dilema!