Por Eduardo Nates López
Con esa soberbia y esa auto-suficiencia, que lo hacen creerse el “salvador del universo”, a Gustavo Petro le queda muy difícil aceptar el fracaso de su exótica convocatoria a la protesta contra él mismo.
Las imágenes de los noticieros de televisión fueron desoladoras. En Bogotá, las expresiones de casi dos millones de personas que tuvieron que caminar hasta seis horas para llegar a sus hogares, por la parálisis de Transmilenio, fueron tan contundentes como conmovedoras. La fotografía en la primera página del principal diario de Colombia, de la edición del jueves 29 pasado muestra un número francamente muy lánguido de participantes en ese curioso e “innovador” mecanismo “suicida”. Algunos todavía creerán en el liderazgo mesiánico de su adalid. Y, desde luego, también quienes tienen que marchar, como una obligación propia de su trabajo, impuesta por su empleador. Estos saldrían a caminar, un poco desganados en su interior pero sobre todo, desengañados. Creer que esos movimientos pseudo-políticos sean una verdadera expresión del querer y del sentir auténtico del pueblo, es cada vez más difícil. En cambio, imposible negar que los vándalos se alistaron y efectuaron sus consabidas destrucciones de vehículos de transporte público como Transmilenio, en Bogotá, y otras ciudades, además de los ataques a los CAIs de los barrios y demás tipos de vandalismos conocidos. Pero también al contrario se presentaron casos aleccionadores como el de la Ciudadela La Paz, en Popayán, donde sus habitantes, gente buena, decente y trabajadora, rodearon y sacaron corriendo a los bandidos incendiarios que trataron de quemar el CAI de la policía.
Es notorio que la gente está aburrida de ser utilizada para actos politiqueros de los cuales solo se benefician los corruptos que ostentan el poder y reciben millonadas en efectivo y en prebendas exclusivas y excluyentes. Y, por supuesto, hace bien la ciudadanía en tomar justicia por mano propia, cuando por orden de un gobierno asquerosamente contaminado y corrompido, las autoridades de policía y el ejército no pueden cumplir con su mandato constitucional. O ahora también dirá que el “no ha dicho” que pediría (ordenaría) a las autoridades “no reaccionar contra los marchantes”.
La gente no es boba y se ha dado cuenta de que la están utilizando descaradamente para perpetuarse en el poder. Si bien en campaña se advirtió a los votantes que de salir elegido Petro seguiríamos el “camino de Venezuela”, hoy que lo están viendo en la realidad de su precaria economía destruida, en los elevados precios de la canasta familiar y en los “torcidos” y las “maletas millonarias”…
A cuenta de qué, despilfarrar un billón de pesos del precario presupuesto nacional, en una “Consulta Populista” cuando la noche anterior a los días de paro auto-convocado, el Congreso aprobó por la vía legal, convencional y democrática, los beneficios laborales que se estaban discutiendo y se lograron. Solo los líderes pagados se lucran de esos falsos propósitos que se enarbolan como justos pero que para “lograrlos” hay que incendiar el país…
Genera esperanza ver que las gentes buenas, que madrugan a trabajar, que ya no “comen cuento” a los politiqueros (de ningún extremo), está en plan racional y esperando que los cauces democráticos fluyan. Y que le digan NO a las jugadas politiqueras como una huelga contra uno mismo y que al otro día salga a decir que “él no fue quien convocó…” ¡Mucho faltón!
Queda demostrado que Petro se está quedando cada día más solo. Ya lo dejaron los que más lo conocían. Primero Verónica y, en cadena, uno a uno los más cercanos. Esperemos que el próximo mayo vuelva el sentido común y los electores se inclinen por un candidato sin odios ni resentimiento social; que busque unir la sociedad y que sea un gerente capaz de sentarse a solucionar los problemas que prometió resolver; que no disculpe su incompetencia apelando al desorden y a la anarquía, manipulando a las clases populares. Que designe funcionarios con hojas de vida limpias y con adecuada preparación y no con el prontuario que lleva a cuestas tanto alto funcionario actual o ex funcionario caído en desgracia.
