lunes, abril 28, 2025
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El alma del Cauca ha sido secuestrada

Juan Pablo Matta Casas

El departamento del Cauca vive atrapado en una cadena de bloqueos que ya no son coyunturales ni excepcionales, sino una estrategia sistemática y repetida para paralizar la región cada vez que conviene a ciertos intereses políticos. La vía Panamericana, arteria vital para el suroccidente del país, se ha convertido en rehén de un modelo de gobernabilidad que tolera la presión violenta, mientras castiga la legalidad y el trabajo honesto.

Aquí no estamos frente a una protesta ciudadana espontánea, sino ante un mecanismo orquestado, planeado y con respaldo político. Y lo más preocupante: con la permisividad del Gobierno Nacional.

En nombre de un supuesto diálogo intercultural, se ha instalado una relación de mutua conveniencia entre el Ejecutivo y sectores del movimiento indígena que participaron activamente en la campaña del actual presidente. Lo que comenzó como respaldo político, hoy se ha transformado en una cohabitación de intereses que debilita la autoridad del Estado y sacrifica al Cauca en el altar de los pactos clientelares.

Mientras los bloqueos se repiten con escandalosa normalidad, más de 50 en 2024, con pérdidas que superan los cien mil millones, las comunidades campesinas, los pequeños empresarios, el turismo, los transportadores, y los jóvenes del Cauca ven truncado su futuro. Se arruinan cosechas, se interrumpen rutas escolares, se desploman negocios. La frustración crece en las calles, mientras desde Bogotá se responde con aplausos, delegaciones negociadoras y más promesas.

La institucionalidad ha sido desdibujada. Las Fuerzas Armadas no intervienen por órdenes del Gobierno Nacional, la Defensoría se limita a emitir comunicados. Y el Gobierno, lejos de garantizar los derechos colectivos, continúa premiando el chantaje vial con más presencia burocrática y presupuestal para quienes levantan las barricadas. Como lo expresó recientemente el Comité Intergremial del Cauca: “Nadie quiere invertir en un departamento que permanece bloqueado”. Tienen razón. ¿Cómo atraer progreso si cada discusión presupuestal nacional se resuelve paralizando la carretera más importante de la región?

No se trata de estigmatizar la protesta. Se trata de poner límites. Protestar es un derecho, pero bloquear una vía nacional no puede seguir siendo un instrumento legítimo de interlocución con el Estado. Gobernar no es repartir favores a cambio de aplausos. Gobernar es garantizar derechos sin exclusiones, es promover el diálogo sin que ello implique someter la autoridad del Estado a intereses sectoriales.

El Cauca no pide trato preferencial. Reclama lo mínimo: que no lo condenen al aislamiento, que no conviertan su geografía en un teatro de presión constante. Reclama, sobre todo, una política pública que no lo vea como botín electoral, sino como una región con potencial, con historia, con dignidad. Es inaceptable que en pleno siglo XXI la conectividad del sur del país dependa del ánimo de una asamblea comunal o del calendario político de turno.

La vía Panamericana no puede seguir siendo la palanca de presión de nadie. Debe ser el símbolo de una nueva forma de hacer presencia estatal en los territorios: seria, equitativa, sostenida. Si el Gobierno quiere hablar de paz, debe empezar por garantizar movilidad, institucionalidad y oportunidades reales. Lo demás es retórica.

Este no es un problema solo del Cauca. Es un problema nacional. Cuando el Gobierno se somete a los intereses de sus aliados políticos y olvida su deber de proteger los derechos colectivos, socava la democracia, por eso es urgente que en el 2026 el nuevo Ejecutivo rompa la lógica de gobernabilidad basada en clientelismos territoriales. No se puede seguir gobernando de espaldas a la región, premiando a quienes recurren a la presión violenta y castigando a quienes creen en el diálogo institucional. La vía Panamericana no puede seguir siendo la moneda de cambio de un pacto político. Debe ser, por el contrario, el símbolo de un compromiso inquebrantable con la conectividad, el desarrollo y la unidad nacional.

Hoy el alma del Cauca está secuestrada, sí. Pero no solo por quienes bloquean las vías. Está secuestrada por una idea equivocada de gobernabilidad que ha renunciado a aplicar la ley con equilibrio. Es hora de que la sociedad interiorice que el Estado debe retomar el camino de la autoridad. Es hora de que el Cauca deje de ser rehén y recupere su voz.

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