Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas.
1.
Que nada te perturbe. Lo más elevado y lo más banal dependen de la forma como lo asumas y como lo comprendas. El más grande elogio o la más cruel ofenda no te pueden afectar, si comprendes las intenciones y el estado de consciencia de quien las realiza. Las más heroicas acciones o los hechos más viles, solo te pueden afectar en la medida en que los definas y los juzgues.
2.
Nada tiene sentido. Por eso debes esforzarte, sin cansancio, en crearle un sentido superior a todo lo que existe. Hasta lo más banal lo puedes transformar en algo trascendental.
3.
Si vas a juzgar algo, hazlo sólo para que te potencie, para que te haga mejor, más digno y más bello. De lo contrario, mejor no juzgues y aprende a pasar de largo.
4.
Que todo el mundo actúe estúpidamente, no es una justificación para que tú también lo hagas. ¿Qué es lo contrario de la estupidez? La dignidad. Entre más estúpidamente actúe el mundo, más dignamente te debes comportar. ¿Qué es un comportamiento digno? La afirmación absoluta de los principios superiores que guían tu existencia.
5.
Debes aprender el difícil arte de la soledad. ¿En qué consiste? En tomar distancia de todo lo que no haga posible la creación de un sentido superior de la existencia. Es decir: debes tomar distancia de todo y de todos. La soledad es un estado de plenitud interna, a partir del cual se establecen vínculos significativos con los otros. La soledad es el arte de crear afectos.
6.
Es mejor no pensar nada, a pensar lo que piensa el común. Es preferible no sentir nada, a tener sentimientos banales y corrientes. Es preferible no hacer nada, a hacer lo que hacen todos.
7.
Comprende que hay en ti un principio universal, a partir del cual todo puede ser posible.
8.
Refúgiate en ti mismo, aíslate en tu interior, que tu ser interno sea tu único lugar importante. Tú eres uno, eres todo y eres infinito.
9.
La verdad es que no hay nada importante. Lo único que importa es aquello que puede transgredir, abrir y elevar tu consciencia. Debes aprender a aceptar que todo lo demás no importa. Si nada importa, entonces: ¿ya sabes qué es lo único que debe importar para ti y solo para ti?
10.
Debes asumir el siguiente principio fundamental: en la medida en que tú creas un sentido superior a tu existencia, estás creando también el sentido de la existencia universal.
11.
Considera como “bueno” únicamente lo que te hace cada vez mejor, y como “malo” lo que te disminuye. Y que actuar correctamente consiste en la expresión integral de tu potencia, de modo que inspires y hagas posible el mejoramiento de los otros. Piensa, siente y actúa de esta forma, aunque para el resto o los más sea incorrecto. No es la aprobación externa lo que deseas, sino el consentimiento de tu ser interno.
12.
Obsérvate a ti mismo con rigor. Realiza un proceso de reconstrucción integral de tu sistema de pensamiento y de sensibilidad. Lo importante no es saber lo que piensas, sino por qué piensas lo que piensas, qué fue lo que hizo necesario y posible que pensaras de esa forma y no de otra. Haz lo mismo con lo que sientes. ¿Para qué? Para que puedas ir creando, poco a poco, un sistema nuevo y mejor.
13.
Es absolutamente necesario que elimines de forma radical y definitiva: el miedo y la culpa. El miedo es lo contrario del amor. La culpa es lo contrario de la alegría. Recuerda siempre que el amor es la máxima alegría.
14.
Tu consciencia individual hace parte de la consciencia universal. Esto quiere decir dos cosas: que tú participas de la consciencia universal, y que tú mismo eres una consciencia universal. Comprende y asume la responsabilidad de que eres un infinito en potencia y desplegándose.
15.
Todos aquellos que han logrado unirse a la consciencia universal, forman una sola comunidad y una sola fraternidad. La única que en verdad importa.
16.
Escribe únicamente para ti mismo, como un ejercicio interno en el que evidencias tu evolución. Escribe por ti y para ti, nada más. Pero que escribas para ti no implica que lo hagas de forma ligera y superficial; todo lo contrario: debes esforzarte en alcanzar la perfección en tu escritura. Que tu escritura sea similar a la construcción de una Catedral gótica: rigurosa y bien diseñada, aunque quede incompleta.
¡Álea jacta est!