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Diario de guerra en el Cauca – Un testimonio desde la tierra sitiada

Juan Pablo Matta Casas

Martes 10 de junio

El Cauca no despertó. El Cauca fue sacudido. Nos levantamos con los vidrios rotos, con el estruendo de las explosiones resonando aún en el pecho. Diez atentados en una sola jornada en nuestro departamento. Veinticuatro si contamos los del Valle. ¿Quién puede seguir creyendo que esta es la “paz total”?

Carros bomba en Corinto y El Bordo. Granada en Buenos Aires. Retenes ilegales en la Panamericana. Policía asesinada en Caloto y hostigamientos en Morales. La guerrilla (llámese como se llame) tiene el control. No es percepción: es ocupación. Y el gobierno nacional, mientras tanto, hace pedagogía de la paz… ¡con los victimarios!

Hoy muchos sentimos que el Estado nos abandonó. Que entre Bogotá y sus discursos hay una muralla de indiferencia. Que nos dejaron solos. Pero no lo estamos del todo: ahí siguen nuestros soldados, nuestros policías, patrullando con miedo, sí, pero con convicción. Son los únicos que aún defienden la bandera tricolor en estos territorios olvidados.

Miércoles 11 de junio

Los medios nacionales apenas empezaron a hablar. Como si el sur del país no contara hasta que tiembla en la capital. Pero nosotros ya estábamos contando muertos. Ya veíamos a los niños correr, no por juego, sino por sobrevivir. Un cilindro bomba en Timbiquí. Explosivos en Toribío. Civiles aturdidos. Comerciantes quebrados. El terror es rutina.

Y en vez de dar órdenes claras para restaurar el orden, el presidente Petro envía mensajes ambiguos, justificando la violencia con sociología barata. ¿Hasta cuándo va a gobernar con discursos mientras los criminales gobiernan con armas?

Aquí, mientras tanto, los uniformados (sí, esos que algunos en el poder quieren debilitar) son quienes atienden la emergencia. Un grupo élite desactivó una bomba en Popayán. En Corinto, gracias a la reacción del Ejército, se evitó una tragedia aún mayor. Pero los hombres de verde no tienen cómo dar más: están mal dotados, mal pagados, mal respaldados. ¿Dónde está el Estado que los respalde?

Jueves 12 de junio

Hoy lloramos una nueva masacre. Tres personas asesinadas en la vía entre Potrerito y La Feria, en Pradera. Uno de los cuerpos tenía un cartel clavado en el pecho: “por colaborar con otro grupo armado”. Ya no se matan por poder, se matan por control. Se matan por mensajes. Se matan para marcar territorio.

Y mientras eso pasa, el Gobierno insiste en negociar con los que siembran el terror. ¿Cómo dialogar con quienes colocan bombas en colegios y estaciones de Policía? ¿Cómo creer en una paz que libera asesinos, pero encarcela a quienes los combaten?

Viernes 13 de junio

La cifra oficial habla de más de 60 heridos y al menos 8 muertos en 72 horas. Pero nadie cuenta los traumas. Nadie mide el miedo. La Universidad del Cauca canceló actividades. Los buses escolares dejaron de rodar. Los comerciantes cerraron. Y la vida, que se supone debe continuar, se congeló.

El presidente visitó Cali, pero no al Cauca profundo. Habló de inversión social, pero no nombró a los muertos. Dio abrazos, pero no órdenes. Para muchos, su paso fue insultante: vino a hacer política, no a proteger a su gente. La paz total se volvió una excusa para permitir que criminales actúen sin temor. Hoy, en el Cauca, la “paz” solo la tienen los que portan fusiles.

Sábado 14 de junio

El país debería estar de luto. Pero no lo está. El país debería exigir justicia. Pero está distraído. Solo quienes vivimos aquí sabemos lo que se siente dormir esperando el estruendo de una explosión. Solo nosotros sabemos lo que es decirle a un niño que no hay colegio porque hay guerra.

Desde Popayán hasta Buenos Aires, desde Caloto hasta Toribío, el Cauca está sitiado. Por las disidencias, por el miedo, y también por la indiferencia de un gobierno nacional que prioriza a los criminales sobre los ciudadanos.

Hoy queremos dar gracias. A nuestros soldados, a nuestros policías, a los héroes silenciosos que, sin reflectores, arriesgan la vida para protegernos. Sabemos que no tienen los medios. Pero sí tienen el valor. Y eso nos basta para seguir resistiendo.

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