Roberto Rodríguez Fernandez – rrfernandez@unicauca.edu.co
Mirar el Derecho y la Justicia desde el Arte y la Literatura solo puede significar un refrescante aire de renovación de las vetustas tradiciones jurídicas y judiciales.
El reciente Congreso Internacional realizado en el Aula Máxima de la Unicauca sacudió las bases de un sistema que ha sido reducido a entender que el Derecho es solo un sistema de normas y procedimientos, como una técnica que contiene soluciones simbólicamente eficaces, solo aparentes.
Pensar el Derecho y la Justicia desde otras visiones, por ejemplo, vinculándolo con la música, con el cine, con la literatura, fué algo maravilloso. Se habló de los vínculos del Derecho con la salsa, ritmo que expresa tantas situaciones cotidianas relativas a os derechos humanos, cantar y hasta bailar como parte de la digna aspiración de quienes buscan solucionar diferencias y problemas, plantearse los efectos del cine en las tramitologías y requisitos de la vida ciudadana, todo ello permite entender mejor y críticamente las legislaciones y las acciones de todas las personas.
Entendemos que en la literatura abundan las referencias y enseñanzas para todo lo jurídico, aquello que grandes autores universales y latinoamericanos han vislumbrado desde tiempos remotos, mostrándonos los caminos para que los modernos esclavizados de la caverna platónica puedan escapar hacia los mundos reales. Ello definitivamente rompe con el tradicionalismo de las viejas escuelas románicas y sus apasionadas avispas legalistas.
Lograr mover a los hombres y mujeres de leyes hacia las narraciones y relatos, incluidos los cuentos infantiles, o hacia las epistemologías de la vida real y concreta de nuestra gente, o ampliar las implicaciones de las justicias en las historias de vida, o utilizar varios tipos de lenguajes en los espacios legislativos y de los tribunales, o hablar del trialismo jurídico del que muchos apenas tienen alguna razón y plantearlo para resaltar y aprender de los derechos de la vejez, o estudiar las leyes y políticas públicas desde la defensa del medio ambiente, o entender que detrás o al lado de lo jurídico están las antropologías, sociologías y los estudios políticos y de la comunicación social, todo ello se pudo analizar en este Congreso del 22, 23 y 24 de octubre en Popayán, desarrollando las cosmovisiones indígenas, afrodescendientes, campesinas y de pobladores de los barrios populares, con la suficiente calidad y profundidad como para sacudir conciencias.
Este Congreso ha sido el mejor al que hemos asistido en muchos años, con las ventajas sociales de haber sido impulsado por y en una Universidad Pública, desarrollado con un grupo de invitados internacionales y nacionales y profesores locales que aportaron a la democratización del Derecho y de la Justicia, iniciativa ideada y liderada por una joven docente, quien con su grupo de estudiantes nos permitieron ver mas allá de los códigos, personas que no llevan a confiar en que el futuro de la Facultad y de estas ahora si interdisciplinariedades están en las mejores manos posibles.
Se concluyó que el arte y la literatura proporcionan al Derecho y a la Justicia un mejor conocimiento de todo lo humano, acercando los derechos, deberes, teorías e incisos a la vida concreta, algo que seguramente muchos en el Estado y en la Sociedad se resistirán a entender, pero que demuestra que también en lo jurídico-judicial existen rituales y mapas no europeos que reconstruyen las formas de derecho propio y de justicia propia.
A la pregunta de por qué estudiar Derecho se respondió que en muchos casos obedeció a lecturas, películas, eventos culturales, o a la defensa de los derechos, lo que implicó antes y ahora abordar unos efectos reparadores de los daños causados a gran cantidad de víctimas, impulsar acompañamientos a las comunidades mas desprotegidas, participar en las luchas sociales, descolonizar de saberes y prácticas positivistas, apoyar a los movimientos sociales y desarrollar un refrescante pluralismo jurídico y judicial.
El Congreso de Derecho Arte y Sociedad demostró -por fin- que “otro derecho es posible”.