Por: Felipe Solarte Nates
Los que señalaban que era un parteaguas y que el país se iba a revolcar con la condena a Uribe son sus fanáticos seguidores, quienes lo creen perfecto, buen cristiano de vivir invocando en público en tono de rezandero a Dios, a la virgen y santiguándose mientras blanquea los ojos con aire de beato.
Al igual que los de Trump, Bolsonaro y Bukele, sus incondicionales lo tienen endiosado y han comprado la historia que todos los juicios en su contra son injustos y orquestados por sus enemigos políticos que dominan a los jueces.
Para ellos son perfectos y no les encuentran errores ni defectos. Y, si estos son tan son evidentes, se los justifican acudiendo a interpretaciones acomodadas de las leyes o hasta religiosas, creyéndolos enviados de Dios, pues es común que estos caudillos manipulen la religiosidad del pueblo poco instruido y fácilmente influenciable, tocándoles directamente las emociones, “poniéndolos a votar berracos”, como confesó el director de la campaña uribista contra el Plebiscito por la Paz, convocado por el entonces presidente Santos, gracias a noticias falsas difundidas por las redes sociales, como la “que les iban a quitar las mesadas a los pensionados para dárselas a los guerrilleros” y hubo gente que les creyó.
El 7 de agosto, aprovechando la celebración de la batalla de Boyacá que selló la independencia de Colombia, con la derrota del ejército español, invitaron a desfilar los fieles seguidores del caudillo y parte de las reservas militares que le han sido fieles y desde la guerra de Corea y después en la Escuela de las Américas, fueron formadas por asesores norteamericanos que les lavaron el cerebro con la teoría del enemigo interno, asociando con la guerrilla a la mayoría de población campesina, al sindicalismo y a los políticos e intelectuales progresistas y a los defensores de derechos humanos.
Esta visión deformada los llevó a colaborar con los paramilitares que desde inicios de los 80 fueron financiados por los carteles del narcotráfico y a partir de la década del 90, se les sumaron parapolíticos de varios partidos tradicionales y empresarios como algunos ganaderos de Fedegan, cultivadores de palma aceitera, de bananeras como la condenada Chiquita Brands, filial de la United de Fruit; embotelladoras de gasesosas, algunas carboneras propiedad de multinacionales, etc.
Mientras en el Perú, después de Fujimory, que fue condenado por crear un grupo paramilitar que mató a varios campesinos -acusándolos de colaborar con Sendero Luminoso-, juzgaron y condenaron a tres expresidentes y Alan García, prefirió suicidarse antes de ser condenado, en Colombia, es la primera vez que una jueza condena a un presidente, por un delito menor en comparación a otras investigaciones que están engavetadas, como el supuesto apoyo a los paramilitares, que cuando Uribe fue gobernador de Antioquia, ejecutaron las masacres del Aro y la Granja y también fue asesinado el defensor de Derechos Humanos Jesús María del Valle.
Los amigos internos y externos de Uribe intentan hacernos creer que la condena obedece a una persecución política orquestada por el gobierno de Petro, pero tratan de esconder que el proceso lo desencadenó el mismo Uribe, en 2012, cuando Santos era presidente y demandó al entonces representante a la Cámara Iván Cepeda, por soborno a testigos, después que en base a testimonios como el de Monsalve, lo acusó de conformar el bloque Metro de los paramilitares de las AUC, en asocio con su hermando Santiago y los vecinos hacendados Villegas y Gallón Henao.
La máxima instancia del poder judicial, la Corte Suprema de Justicia, no encontró pruebas en contra de Cepeda y sí encontró indicios de que el sobornador de testigos en contra de Cepeda era Uribe y por eso en 2018 le abrió investigación.
Al sentirse comprometido el expresidente prefirió renunciar al Senado para que la Fiscalía no tuviera en cuenta las investigaciones y pruebas allegadas por la Corte Suprema y lo precluyeran entre la Procuraduría de la Cabello Blanco y la Fiscalía de su copartidario Barbosa; pero 2 juezas lo impidieron y Sandra Heredia, lo acaba de condenar a 12 años.
En Colombia es un precedente el veredicto de la jueza Heredia, el primero en contra de un expresidente, así la condena no está en firme, pues la defensa de Uribe, apeló ante el Tribunal Superior de Bogotá y después de este, la última instancia será la Corte Suprema de Justicia, en caso de que cualquiera de las partes apele la decisión del Tribunal Superior de Bogotá.