CARLOS E. CAÑAR SARRIA – carlosecanar@hotmail.com
Los consejos de ministros tienen la facultad de aproximar a los gobernantes con las diferentes comunidades y con el país en general. Permiten conocer en directo- por televisión- problemas, necesidades, requerimientos de las gentes; la realidad social, las fortalezas y las debilidades, los alcances y limitaciones del ejercicio del poder, etc.
De alguna manera pueden expresar indicativos de democracia directa y participativa, al tiempo en que se desdibujan los secretos y aparece la verdad para hacer visible la administración pública, que no tiene por qué esconderse al pueblo que es el constituyente primario en toda democracia que se respete.
Insistimos en que al pueblo hay que revelarle la verdad, sin verdad no puede existir democracia.
La democracia directa es un legado de los griegos de la Antigüedad. En la plaza pública se deliberaban los problemas más candentes de la sociedad y ahí se emitían respuestas y soluciones, se discutían y aprobaban las leyes. Así sólo tuvieran acceso a las deliberaciones los ciudadanos y se excluye a los esclavos y extranjeros, la democracia griega-con todos sus defectos- tenía la virtud de hacer más sentida la participación.
En las polis griegas, su pequeña extensión territorial y su población no numerosa eran ingredientes propicios para la democracia participativa, cosa que no sucede en tiempos modernos y contemporáneos, lo cual hace imprescindible la representación, es decir, la democracia indirecta y representativa.
Gracias a los medios de comunicación hemos venido observando el desarrollo de recientes consejos de ministros por decisión del presidente Gustavo Petro; modalidad que ojalá imitaran algunos gobernantes regionales y locales, sobre todo los más representativos.
En el caso de los consejos de ministros, dirigidos por el Presidente, no se puede discutir su liderazgo en el conocimiento de las diferentes regiones del país y sus complicadas problemáticas; es indiscutible su capacidad de comprometer a los funcionarios, autoridades y a las mismas comunidades en el conocimiento, análisis y solución de las problemáticas. Se trata de implementar una novedosa modalidad de gobernar que como es obvio, ha tenido sus elogios y sus críticas. Algunos piensan de manera errónea, que ahí hay populismo y politiquería. Otros, por el contrario, creen que los consejos de ministros son los espacios propicios que tienen las comunidades y el país en general, para estar televisivamente frente a los gobernantes, para enterarse de la forma como se ha manejado y cómo se maneja al país; ver cómo se destapa la verdad, lo que se ha hecho y lo que se piensa hacer para resolver problemáticas y adquirir compromisos conjuntos de carácter colectivo.
Lo verdaderamente interesante de los consejos de ministros, está en las consecuencias que puedan generar, es decir, en las respuestas del Estado a los problemas y necesidades sociales. No a nivel de la política-de los consejos de ministros en sí- sino en el nivel de lo político o de lo público. De los consejos de ministros deben proceder los cambios que la sociedad necesita; claro está que los sectores más retardatarios de este país-consuetudinariamente carcomido por los privilegios y la corrupción- siguen renuentes a facilitar el conocimiento de la verdad, impidiendo suscitar los cambios que la sociedad colombiana pide a gritos como se observa en las marchas y manifestaciones sociales.
En la medida en que se vienen realizando los consejos de ministros televisados, más expectativas despiertan y aquellos que se oponen al conocimiento de la verdad, obtendrán efectos contrarios, pues llegará el momento en que pocos serán los que se los quieran perder.
Reiteramos, un gobierno democrático debe ser público, porque debe desarrollarse de cara al país, sin nada que esconder; es decir, debe ser publicitado. Y público, porque debe defender los intereses colectivos.