Por Donaldo Mendoza
De entrada, es importante subrayar que a Confucio lo separan cinco siglos de Jesucristo. No obstante, asombran los vasos comunicantes que viajan en el tiempo y el espacio para revelarnos que hay una sabiduría universal, que hay análogos patrones de conducta que igual guían a una comunidad en China, en Palestina o en el imperio Inca. Cambian de estilo, de forma de trasmitirlo, pero el tono y la esencia son muy parecidos.
En efecto, Jesucristo habla en metáforas, para que “el que tenga oídos que oiga”. Confucio exige a quienes le siguen una rutina de estudio para entender y comprender: «El noble (ilustrado) no pone límites a sus ansias de saber, se aplica con todo ardor al estudio para cultivar su inteligencia, y medita constantemente las mismas cosas hasta penetrar con claridad a su más profunda esencia». Del mismo modo, podríamos poner en boca de Jesucristo estas palabras de Confucio: «Al que no luche por penetrar el sentido de las palabras, no se lo revelaré».
Asimismo, Borges nos recuerda que Jesucristo no usó nunca argumentos, “la forma natural de su pensamiento era la metáfora”. Por ejemplo, para escarmentar la hipocresía de los fariseos dijo que eran “sepulcros blanqueados”. Como para demostrar el poder y la asistencia de Dios a los hebreos, dice el narrador que Yahveh hizo transportar por el aire alimento en forma de maná; Jesucristo multiplicaba los panes para alimentar a miles de personas ávidas de su prédica. Confucio cita versos y Jesucristo versículos, y en ambos casos “el intérprete ha de penetrar la intención con que fueron escritos, ya que de lo contrario se expone a graves errores”.
En cuanto al propósito –la misión en este mundo–, hay diferencias y semejanzas. En efecto, el confucianismo propone un sistema de pensamiento orientado hacia la vida y la sabiduría, además del “perfeccionamiento de uno mismo”; en tanto que en el cristianismo su intención es la «salvación». Como anticipando un diálogo con Jesucristo, Confucio hace esta elocuente imprecación: «Yo quisiera que toda la ira del Cielo por las faltas de los hombres recayera sobre mi persona».
Termino esta reseña con una muestra de frases de Confucio, que dan fe de su doctrina.
- Es preciso que los hombres conozcan el mal para poder evitarlo y entregarse a la práctica del bien.
- Cuando el pájaro se halla cerca de la muerte, su canto se torna triste; cuando el hombre se halla cerca de la muerte, sus palabras son sinceras y veraces.
- Se halla muy cerca de la perfección el hombre que es constante, paciente, humilde y mesurado en el hablar.
- Si tú, príncipe, deseas verdaderamente seguir mis consejos, ¿por qué no llevas a cabo una justa distribución de las tierras de tu reino?
- …he oído decir que la virtud más sobresaliente es el respeto a los ancianos. (…) ha de inculcarse a los niños y a los jóvenes que su principal misión consiste en cuidar a los ancianos como es debido.
- Quienes emplean su inteligencia para hacer la guerra deberían ser castigados con la pena capital.