martes, junio 10, 2025
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Confucio – (Kung-Fu-Tse)

Por Donaldo Mendoza

«CONFUCIO», la biografía que procuro reseñar, fue escrita por Marcelino Guerrero Villoria para la colección “Grandes protagonistas de la humanidad” (Editora Cinco, 1985. 211 pp.). Como garante de verosimilitud, Villoria trae de referente al biógrafo más antiguo de Confucio, Sze-Ma-Chien (145-90 a.C.). Y como suele suceder con personajes que han cambiado el rumbo de la historia (Buda, Jesucristo, Alejandro Magno…), el nacimiento de Confucio está envuelto en el discurso mítico. En efecto, según nuestro calendario, Confucio habría nacido el 27 de agosto del año 551 a.C., y ocurrió de la siguiente manera:

“Su madre pasó la noche en oración y cuando el sueño la vencía, se le apareció el Señor de las Aguas, y le dijo: «Darás vida a un hijo sabio que depositarás en una morera hueca»”… Este recurso del mito en el origen tiene como fin proyectar (iluminar) en el tiempo la vida y obra del personaje; y, además, porque “es únicamente a través del mito como conocemos la historia real”.

Sobre su niñez y adolescencia, se sabe lo que el contexto histórico y cultural de la China de su tiempo permite inferir: asistió a una escuela para ‘nobles’, en donde permaneció “desde los diez hasta los veinte años” (antes de los diez, el niño es criado en un gineceo). En aquellas escuelas (especie de monasterios) se enseñaba: historia, literatura, cálculo, escritura, música y danza. Y en cuanto a la moral, tres virtudes: fidelidad al príncipe, fidelidad al maestro y fidelidad al padre. Cumplidos los veinte años, se le reconoce como “miembro adulto” y en edad de casarse. Esa formación selló su impronta en esto que Confucio dejó escrito:

«A los quince años mi espíritu se hallaba ocupado en la búsqueda de la verdad; a los treinta años ya había encontrado principios sólidos e inmutables; a los cuarenta ya había superado todas las dudas; a los cincuenta años conocía la ley que el Cielo ha impreso en todos los seres para que se dirijan a su propio fin; a los sesenta conocía las causas de todas las acciones; a los setenta años satisfice en su justa medida los deseos de mi corazón». De su rigurosa formación ‘monástica’, Confucio nos comparte enseñanzas sobre el estudio y la música, que hoy aún tienen vigencia.

Al final de esta reseña, el mito –velado por el sueño– regresa con noticias del personaje histórico que pensó en la idea, o mejor, en la utopía “del hombre moralmente superior y una sociedad más ordenada”. En efecto, “En el año 479 a. C., antes de la entrada de la Primavera, el maestro, después de un sueño que le anunciaba su muerte, se paseó por su cuarto cantando. …se recluyó en su dormitorio y al séptimo día murió. Había llegado a la edad de setenta y tres años”.

Sobre el estudio y la música, esto decía Confucio:

  • Leer sin pensar nos hace una mente desordenada, y el pensar sin leer nos hace desequilibrados.
  • Mucho sabe el que conoce su propia ignorancia.
  • Yo no procuro conocer las preguntas; procuro comprender las respuestas.
  • Saber que uno sabe lo que sabe. Saber que uno no sabe lo que no sabe: ésta es la verdadera sabiduría.
  • Considera que la música posee el don de revelar el alma y de darle pureza.
  • La música sin poesía, no es música en absoluto.
  • Lo más destacado en relación con la música consiste en apreciar el ritmo y la armonía de la misma. Si se aprecian estas dos cosas, se capta el profundo sentido de la música…
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