Por: Juan Camilo López Martínez
Los resultados de la última encuesta de Invamer reflejan un fenómeno político de gran relevancia: la confianza ciudadana no está puesta en el nivel central, pues en general los líderes nacionales cuentan con bajo nivel de aprobación y alto de desaprobación. El ejemplo más visible son los mandatarios, ya que con un 63% de desaprobación y apenas un 32% de aprobación, el presidente Gustavo Petro enfrenta un marcado desgaste, que no parece mejorar en el corto plazo.
En contraste, los alcaldes de varias ciudades capitales gozan de un respaldo sólido. Dumek Turbay en Cartagena y Hugo Kerguelen en Montería tienen un 77% de aprobación, mientras que Alex Char en Barranquilla y Federico Gutiérrez en Medellín siguen la misma tendencia. De hecho, los niveles más bajos de aprobación de mandatarios locales, los refleja el alcalde Carlos Fernando Galán en Bogotá y Alejandro Eder en Cali, pero no no superan los números de desaprobación de figuras nacionales.
Este panorama refleja que los ciudadanos han depositado sus expectativas en los mandatarios locales, entendiendo que las soluciones a sus problemas cotidianos no están llegando del Gobierno Nacional, en donde solo ser perciben anuncios, teatro y mucho show. La desconexión entre el Gobierno Nacional y la ciudadanía se ha profundizado en un contexto de insatisfacción generalizada por la inseguridad, el alto costo de vida y la incertidumbre económica, tal y como lo refleja la encuesta.
Si bien esta encuesta no midió el Cauca ni Popayán, los patrones nacionales nos permiten inferir que la tendencia no es ajena a nuestro departamento. La articulación efectiva entre gobernadores y alcaldes ha sido clave en otras regiones para generar confianza, y es previsible que en el Cauca los ciudadanos también vean en sus líderes regionales la respuesta a sus expectativas. No obstante, esta confianza no es un cheque en blanco. Los mandatarios locales deberán traducir el respaldo en resultados concretos durante 2025, especialmente en seguridad, infraestructura y desarrollo económico.
Este cambio en la percepción ciudadana podría marcar el rumbo de las elecciones presidenciales de 2026. La desconexión entre el Gobierno Nacional y las regiones puede abrir un espacio para liderazgos con una fuerte base territorial, lo que podría redefinir la competencia electoral. En un país donde el centralismo ha sido la norma, este giro hacia lo local es una señal de que los ciudadanos buscan soluciones pragmáticas más allá de la ideología.
El reto para los mandatarios regionales es mayúsculo. La confianza se gana con resultados y se pierde con rapidez. 2025 será el año en que se definirá si esta nueva ola de liderazgos regionales logra consolidarse como una alternativa real para el país o si, por el contrario, el desencanto con la política sigue profundizándose.