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Catedra de salud mental revolución educativa

LENNY Z. PITO BONILLA – @CreaciónpsicologíaXXI

Me gradué en el colegio San José De Tarbes en el año 1982 e inicié la carrera de psicología en la Universidad Santo Tomás de Aquino en Bogotá, para 1990 ya graduada y con una corta experiencia laboral, regresé a Popayán. Deseaba iniciar mi vida como profesional en mi ciudad, así que toqué las puertas de mi colegio, solicité empleo e ingresé como psicóloga educativa. Un desafío a toda prueba; estaba frente a una comunidad de religiosas y docentes conocida, mis profes hacía solo un tiempo atrás, niñas de todas las edades desde preescolar hasta el grado once y con el deseo de institucionalizar una catedra innovadora, fuera de los parámetros académicos del momento.

Presenté mi idea a los directivos, con la Madre María Claudia Mosquera Chaux a la cabeza, entonces acogida y apoyada se implementó. Nació una nueva materia, incorporada al horario regular de estudios, en todos los cursos, con una intensidad de dos horas a la semana y en un aula de clase adaptada para tal fin.

La materia se llamó «Amor». Ella bajo una metodología muy dinámica, abordaba contenidos que iban desde el amor propio, hasta la construcción funcional de relaciones interpersonales, pasando por el desarrollo de la identidad personal, la autonomía y lo psicoafectivo, la autoestima, el manejo inteligente de las emociones, la asertividad, la resiliencia, la empatía y, la conexión con el proyecto de vida. Cada tema, de acuerdo a la edad de las alumnas y su nivel de desarrollo.

Planteé una propuesta para gestionar con directivos, maestros y empleados invitándolos a ocuparse de su dimensión psicológica, la sanación de sus heridas emocionales y la resolución de sus propios conflictos, con el fin de convertirse en mejores guías para sus alumnas.

La propuesta se completó con la participación de los padres de familia, que por entonces empezaban a vincularse a «la escuela de padres», con un espacio para que se involucraran en la formación emocional de sus hijas, desde el propio encuentro con su ser interno.

Han pasado treinta y cinco años, durante los cuales siempre he abordado el tema de la educación emocional e incluso en la columna, por lo que considero de supremo valor que ahora se ponga en primer plano, reglamentada por la Ley 202 de 2024 y respaldada por la Ley de Salud Mental. Es importante que el sistema educativo sea el eje ejecutor, para crear dentro de los currículos la catedra de educación emocional, hacia una verdadera transformación estructural, no solo ventolera del momento, convirtiéndose en política de Estado, bajo el liderazgo del Ministerio de Educación, con alianzas públicas y privadas.

Potenciar: «Habilidades para la vida y competencias emocionales. Así como la prevención de conductas de riesgo y problemas que afecten el bienestar emocional y el desarrollo integral de la niñez, infancia y adolescencia en Colombia.» Es tomar la salud mental con responsabilidad, ocuparse de que cada persona sane, se mantenga saludable y sepa cómo manejar su vida emocional, desarrollando sus inteligencias intrapersonal e interpersonal, no solo desde el núcleo familiar, sino también dentro de las instituciones educativas.

Detrás de cada ser humano saludable mentalmente, hay una familia, un vecindario, un mundo laborar, una comunidad, una sociedad sana y una Colombia saludable, aun en medio de todas las adversidades. Entonces ocuparnos de nuestros chicos y por ende de los adultos que los rodean, es atender a ese aproximado 44% de ellos, que en Colombia afrontan problemas de salud mental, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un porcentaje alto.

Los instrumentos legales están listos, ahora lo importante es que los estamentos llamados a implementar lo estén y tengan la apertura mental, estructurar, operativa y, hacia la formación requerida: un desafío de alto nivel. La capacitación en todo el entorno, debe ser para profesionales como médicos, psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, consejeros, etcétera, no solo educativos sino clínicos. Directivos y empleados de planteles desde el preescolar hasta la universidad. Docentes de todo el currículo, para que sean mejores orientadores. Y por supuesto los padres, ejes fundamentales del engranaje, ya que la familia se debe fortalecer como la primera educadora.

Una ejecución transversal e integral; a través del currículo, con la participación de la escuela, la casa y la comunidad, a favor del desarrollo de personas conscientes de su gestión emocional desde la infancia y, dentro de las condiciones particulares regionales, apostando por una sociedad saludable y el fortalecimiento de valores humanos.

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