Por: Juan Carlos López Castrillón
Popayán, diciembre de 2024
Querido Niño Dios:
Dado que me he portado supremamente bien este año, especialmente porque no he peleado con nadie, te pido que en esta Navidad tengas en cuenta los siguientes regalos, no para mí, sino para Popayán. Además, considera que algunos se dejaron pagados desde la Navidad pasada y todavía no han llegado:
Por favor, tráeles a los animales el funcionamiento de su refugio y sus esterilizaciones, pues este año “no se pu’o”.
A los próceres y a los que no somos próceres, su avenida, antes de que la vuelvan a bloquear.
A los niños, no los dejes sin su escuela musical. Este año ellos y sus instrumentos quedaron como la guayabera: por fuera.
No te olvides de los humedales y los bosques, y mándanos muchas jornadas de siembra de árboles, así sean de manzanos, como los que vieron por primera vez Adán y Eva en el Paraíso.
Te pedimos un tren de juguete, con un vagón grande lleno de búhos, pero de los que saben decir: “¡Sí se pu’o!”.
También te pedimos respaldo para las mujeres y los jóvenes emprendedores, que este año quedaron como las novias de Barrancas.
Acuérdate de que somos una ciudad turística y cultural, donde los gestores han estado más olvidados que los audios del chat familiar.
Los jóvenes necesitan su fondo educativo a tiempo, ahora que el Icetex entró en crisis.
A los adultos mayores, no los desampares, porque este año su asistencia alimentaria brilló por su ausencia.
Muy importante: tráenos un videojuego, versión experto, de cómo eludir los atracos y los bloqueos de vías.
Pero, especialmente, tráenos un perdonadero, donde podamos llevar a los pobrecitos hermanos Solarte, a los chinos para que vuelvan a aparecer, y a los corredores de la media maratón más larga del mundo, que todavía no han terminado de correrla.
Niño Dios, de despedida, mi mamá siempre nos decía que si uno se portaba mal, usted nos traería un bulto de carbón. Pero, como están las cosas por acá, mejor tráete la mina del Cerrejón entera y, de paso, una dosis grande de buen humor, que por aquí está más olvidado que la celebración del Día del Hombre.
Atentamente,
Un payanés esperanzado