Silvio E. Avendaño C.
Prosper Mérimée (1813-1870) publica Carmen en 1843. En el relato, José Lizarrabengoa un bandido condenado le cuenta a un arqueólogo: “Soy vasco de nacimiento y cristiano viejo”. Tuvo que huir de Elizondo, por una querella: “Encontré unos dragones y me alisté en la caballería del regimiento de Almanza”. Pronto ascendió a cabo “y me había prometido hacerme sargento”. Es nombrado guardia en la fábrica de cigarros en Sevilla. Allí oyó hablar de la gitanilla. Y un buen día José se encuentra con ella. “Y tomando la flor de casia que llevaba en la boca me la arrojó con el pulgar y me alcanzó entre los ojos.” “No sabía dónde meterme y me quedé tieso como un palo”. Mas, en el interior de la fábrica hay una riña y, el sargento ordena al cabo –José- y a dos hombres ir a ver qué ocurre. El piquete detiene a Carmen y, la llevan ante el sargento, éste considera la cosa grave y manda a José conducirla a la cárcel. Pero José deja escapar a la gitana. A raíz de esta falta es degradado y enviado al calabozo.
A la salida de la cárcel a José se le pone como centinela. Un día Carmen invita a José a la taberna de Lilas Pastia. Carmen dice: “Tu eres mi rom y yo tu romi.” Ella le reclama a José por no haber escapado de la prisión, cuando le había enviado en un pan una lima y una moneda de oro, pues “Yo pagó mis deudas. ¡Es la ley de los cales! “Estando juntos, comiendo y bebiendo, cuando ella comienza a bailar, se escucha la trompeta. “Tengo que ir al cuartel”, dice José. “¿Al cuartel?… “Acaso eres un negro para dejarte tratar a baquetazos. Por el uniforme y el temperamento más pareces un canario, y para colmo tienes corazón de gallina.” A la mañana siguiente ella dice. “Estamos en paz. Que te vaya bien.” “Perro y lobo no hacen buenas migas” “No pienses más en Carmencita”.
Algunas semanas después, estando de guardia José, ella se le acerca, le pide que deje pasar el contrabando. José accede. Ella le paga por el favor y le dice: “Yo te quiero”. Veinte días después José encuentra a Carmen en compañía de un joven teniente. El militar desenfunda el sable, lo mismo hace José. Pero el teniente cae muerto y José queda herido. Carmen lo lleva a una casa de gitanos, donde es curado. Entonces, José, fuera de la ley, es aconsejado por Carmen: “Si tienes agallas, ve hacia la costa y dedícate al contrabando,” mientras él se veía: “yo trotando por montañas y llanuras con mi linda gitana detrás.”
José entra en el bando de los contrabandistas y, se entera que Carmen es casada con García el Tuerto. José considera que Carmen es el Diablo y luego de besarlo dos o tres veces ella le responde que es cierto. Sólo que Carmen es muy activa. Marcha a Guacín y se presenta de pronto ante los bandoleros. José va a Gibraltar en busca de noticias. Encuentra a Carmen en casa de un militar inglés.
José no acepta el quehacer de Carmen quien finge y engaña a quien sea. “Acaso no eres mi ron para mandarme”. Dice Carmen a José, cuando éste está en desacuerdo. Sin embargo José considera: “Nunca la había visto tan linda. Adornada como una imagen de la Virgen, perfumada…” Ella planea un asalto a un inglés. Más en la cuadrilla de bandoleros José detesta al Tuerto. Ella despacha a José pero este no se va y, en un juego de naipes hay disgusto y José mata al Tuerto. El Doncaire no entiende: – “Al diablo con los amoríos –exclama- Si le hubieras pedido a Carmen te la hubiera vendido por un duro.” Más en una emboscada Carmen desvía el brazo de quien iba a disparar sobre José y se reconcilian. “Durante algunos meses estuve a gusto con Carmen; seguía siéndonos útil en nuestras operaciones y nos avisaba cuando podíamos dar un buen golpe. Permanecía en Córdoba o en Málaga y otras veces en Granada, pero bastaba una palabra mía, para que dejara todo y, acudiera a mi encuentro.” Entonces José se entera que le ha echado Carmen el ojo a un comerciante muy rico, a quien quería hacerle una bufonada en Gibraltar. Por eso hay altercado en la pareja. “Sabes –me dijo- que desde que eres formalmente mi ron te quiero menos que cuando eras mi minchorrón.” Carmen se desespera por los celos de José: “No quiero que nadie me atormente y me dé órdenes. Ten cuidado y no me hagas perder la paciencia. Si me hastías buscaré un buen mozo que haga contigo lo que hiciste con el Tuerto.”
Más ocurre una desgracia. El Doncaire cae muerto. José es herido y cariñosamente Carmen lo cura. José le propone a Carmen que viajen a América. Ella se niega pues considera que ella debe seguir en esa vida. Mientras estuvo José recuperándose en Granada hubo corridas de toros a las que asistió Carmen, allí conoce a Lucas, un torero. Ella planea matarlo o bien engancharlo en la banda. Enterado José le prohíbe a Carmen que lo trate. En una discusión José le pega a Carmen. “Ella palideció y se echó a llorar”. En Córdoba se celebran unas fiestas taurinas y José la deja marchar. Cuando José va a la corrida ve a Carmen y a Lucas juntos. “Pero el toro se encargó de vengarme”, comenta José. Después de ese hecho, José busca a Carmen y se la lleva: “Fui en busca de mi caballo, la monté en la grupa y cabalgamos el resto de la noche sin pronunciar palabra.” “Óyeme lo olvidaré todo” Ella no quiere ir a América.” Estoy harto de matar a tus amantes. Me miró con una mirada salvaje y dijo: “Siempre pensé que me matarías.” El desea que ella sea su mujer. “Vamos a vivir a cualquier lugar donde no nos separemos nunca”. La dejó y se fue a una ermita. Allí paga una misa por una persona que va a morir. Al volver Carmen no ha huido. “Te acompaño a la muerte. Pero no viviré contigo”. Él le suplica. “José me pides algo imposible ya no amo. Tú me amas y por eso quieres matarme…Todo ha terminado entre nosotros. Como eres mi rom tienes derecho de matar a tu romi. Pero Carmen siempre será libre.” La súplica es en balde, más cuando ella se quita la sortija que José le había dado y, la arroja a un matorral.” Entonces la hiere varias veces. Ella cae sin un grito. José la entierra en el bosque. Va a Córdoba y se entrega a las autoridades. “! Pobre criatura! Los culpables son los cales por haberla educado de ese modo”.