LENNY Z. PITO BONILLA @CreaciónpsicologíaXXI
Creemos que ser evaluados en muy importante, fruto de la educación en el hogar y la escuela evaluadora por excelencia: Nos evalúan padres, vecinos, maestros, jefes o amigos, entre otros, así que desde la infancia nos acostumbramos a estar en el foco de todos y a recibir críticas, no siempre constructivas. Pero, es hora de cambiar de paradigma y aprender a autoevaluarnos con responsabilidad.
Evaluarnos a nosotros mismos antes o por encima de esperar ser evaluados, es volver la mirada hacia dentro, para reconocer con sinceridad los avances, como también lo que limita u obstaculiza nuestro desempeño. El primer paso, es identificar los problemas que se repiten año tras año y que nunca resolvemos con determinación.
Segundo, preguntémonos ¿dónde estamos frenados? Y les aseguro queridos lectores que la respuesta fluye, permitiéndonos observar la dificultad más grave de nuestra vida, lo más difícil de resolver, aquello que el Ego tiene aprisionado, pero que saldrá a la vista.
Tercero, expresemos, lloremos o hagamos catarsis con el fin de vaciar, dejar la victimización y comprender que tenemos el poder interno, para conectar con nuestro Yo superior, la Divinidad y la Energía Universal porque somos parte fundamental de la solución; protagonistas de nuestra historia personal, familiar y de la humanidad.
La ecuación es simple, nuestro Yo se eleva a su verdadera condición, despierta y ve la oportunidad, empezando por reconocer donde es que se ha anclado, caído en la trampa de la existencia, dejado las resoluciones al tiempo, cedido a la enfermedad o la «locura». Una vez que identificamos nuestros llamados problemas, podemos describirlos, para empezar a ver dónde nos hemos quedado atrapados, sin actuar y lejos de la realización.
Ocupemos de nosotros mismos y desde la autoevaluación, observemos las siguientes «realidades psicológicas», identificando dónde nos encontramos encasillados:
Quizá la vida ha caído en la monotonía, todo es lo mismo, cada día es igual al anterior, rayando en el aburrimiento. En esta «realidad» se hace lo mejor posible, lo que toca, cuando toca, por obligación, en general, para cumplir con las expectativas de los demás y obtener buenas evaluaciones. Entonces hacemos lo mínimo, con el menor interés y ¡sin pasión! Creyéndonos libres, llegamos hasta donde nos es posible, aceptamos argumentos externos y los límites que se nos imponen o peor aún, que nos autoimponemos.
Otra “realidad» es movernos en la justificación, en los imposibles; no lograr, no poder, no acceder… Aquel repetitivo «este año tampoco podremos…», dejando lo que soñamos con actitud negativa, restante o pesimista. Bostezar, dormitar, perder el tiempo o vagar entre las redes sociales, es poner resistencia y detener nuestra vida, moviéndonos en un mundo denso, evitando halar las cuerdas sutiles; el show de los mediocres y la mediocridad.
Aferrarse a lo necesario es otra «realidad», la vida gira en función de lo que necesitamos; algo que nunca obtenemos: Alguien que nos comprenda, mantenga, ame… Entorno de lo que logramos o no logramos, entonces nunca podemos porque siempre falta algo, «cinco centavos para el peso». La mentalidad es «sí lo tuviéramos, podríamos…», hay una cuestión que falta: Pareja, trabajo, dinero, amigos… Hasta que la carencia se vuelve ventaja; «falta dinero, podemos delinquir», una prerrogativa sobre los demás al ser víctimas, exigiendo que se nos entienda y justifique. En ese imaginario llamamos la atención y en efecto somos atendidos porque nos falta algo… Vacíos existenciales, emocionales o afectivos que esperamos que otros llenen.
Finalmente, la «realidad» circunstancial, cuando todo depende de lo externo, aquel permanente a veces si a veces no. Cuando los demás pueden nosotros podemos; «¿para dónde va Vicente?, para donde va la gente», para sentirnos parte de alguna «manada». Cuando otro lo logra nosotros lo logramos, gestando dependencia, ahí surgen el fanatismo deportivo, social, político, religioso, etcétera. Un lugar seguro según nuestras creencias, evitando marcar la diferencia entre nuestra identidad y lo que nos rodea, justificándonos con «sí lo logramos, solo que ahora no… Por tal o cual cuestión… Entonces no lo tenemos que resolver nosotros…» Aparece el culpar y negamos la responsabilidad.
Justificaciones, indecisiones y desesperanzas de nuestras «realidades mentales» que encarcelan. Soltémoslas, tomemos acción y pongámonos en el lado del aprendizaje, la sanación y la libertad.