Por Eduardo Nates López
No podría aseverarse que Miguel Uribe Turbay es una figura política fresca. Aunque el joven tiene porte aparente de político nuevo y decente, ya ha desempeñado bastantes papeles en la pasarela pública que dan cuenta (buena, regular y mala) de él, como sucede a todos los que se enrutan por ese camino, por demás escabroso de la política. Tampoco se podría asegurar a rajatabla que carece de los resabios propios de esa actividad, viendo lo sucedido… Y, menos aún, con esa carga genética que soporta…
En el imaginario popular es muy recodada la zaga de indelicadezas que ha acompañado a la familia Turbay, que arranca con la inolvidable admonición del abuelo-presidente: “Hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones”; Pasa por la exótica elección del distinguido tío, el inefable Julio Cesar Turbay Quintero, como Contralor General de la República, en cuyo ejercicio, entre varias otras “perlas”, se dio la compra de un furgón Mercedes Benz, para convertirlo en “Despacho Rodante del Contralor”, dotado del mobiliario completo de oficina, que incluía hasta una cama doble, (la cual, según cuentan las malas lenguas, a veces resultaba muy útil para menesteres varios …). El cuadro familiar podría completarse con las inconfesables actuaciones de su padre, Miguel Uribe Londoño en el que fuera nuestro Banco del Estado, las que, según el diario El Tiempo en el año 2000, lo pusieron tras las rejas… Y que después de ser fervoroso uribista, tornó en acérrimo enemigo y termina como miembro de una comisión de empalme de la “Bogotá Humana”… (Cosas de la política…)
Pues, hace unos días, en los mentideros (como se les llama -por obvias razones- a los corrillos donde se tratan temas políticos) se alborotó el cotarro con una encuesta lanzada a los cuatro vientos (intencionalmente), realizada por la firma Invamer, en busca de medir la percepción sobre las candidaturas del “Centro Democrático”, la que, obviamente, arrojaba como ganador a Miguel Uribe Turbay…
El disgusto (por decir lo menos) lo han hecho público otros integrantes de ese partido, como María Fernanda Cabal y Paloma Valencia, aduciendo (con toda la razón) que ni es ni parece limpia la jugada de difundir los resultados de la tal encuesta (pagada por personajes muy cercanos a Uribe Turbay), justo antes de un evento en donde van a sopesarse preferencias… Es como si en un concurso (supongamos, de belleza) se programara una reunión privada del jurado con una de las candidatas, pocas horas antes del “desfile en traje de baño” o cuando están preparando las preguntas…
Las molestias que están cargando en sus hombros este par de figuras femeninas decentes, adalides del uribismo, son perfectamente entendibles, puesto que han sido leales escuderas de Álvaro Uribe de mucho tiempo atrás, y así siguen, a pesar de situaciones incómodas pasadas como la imposición forzada de Miguel Uribe Turbay como cabeza de lista al Senado del Centro Democrático, a finales del 2021. Y, francamente, no debe resultarles agradable ni aceptable la ocurrencia de nuevos hechos de baja categoría, como la jugada oportunista de esta encuesta.
Quienes apreciamos y seguimos a Álvaro Uribe Vélez, a su partido y, por supuesto, a las senadoras “agredidas pasivamente” con la “Encuesta Turbayesca”, expresamos el desagrado con estos hechos groseros, llenos de tretas técnico-politiqueras. Y además, tenemos el derecho a esperar el ya demorado pronunciamiento público oficial del expresidente Uribe Vélez sobre lo ocurrido con esa encuesta “fletada” y sus consecuencias. La tardanza genera inquietudes sobre la imparcialidad del expresidente Uribe, respecto del candidato del Centro Democrático. Cabal y Valencia tienen razón en levantar la voz, porque con la encuesta que “favoreció” a Duque, les tocó guardar silencio. Y es de esperar que esa ingrata experiencia no se repita ahora, en beneficio del nuevo uribista, Junior Uribe Turbay, contundentemente derrotado en su aspiración a la alcaldía de Bogotá, antes de su ingreso a escampar en el Centro Democrático.