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A lomo de mula (I)

Por Donaldo Mendoza

«A lomo de mula / Viajes al corazón de las Farc» es la obra que el periodista y escritor Alfredo Molano publicó en 2016, a fin de convocar a los colombianos –quienes acepten la invitación– que deseen conocer un segmento de historia de Colombia, desde el lugar mismo de los acontecimientos. Editorial Aguilar y El Espectador se unieron para recuperar la memoria del ya casi centenario conflicto armado, no desde el mito y la leyenda, sino desde el punto de vista del narrador y una polifonía de voces de testigos y protagonistas. Los que hacen la guerra y los que la padecen. Son diez breves capítulos, en formato de crónicas unos, y entrevistas otros. En 129 páginas, que se leen como una buena novela; en un lenguaje que fusiona el estilo literario con la objetividad del periodismo: “…estamos, sí, ante unas crónicas del mejor periodismo”, nos dice Fidel Cano en el prólogo.

El espinazo de la ‘historia’ es la «Operación Marquetalia», que “comenzó el 18 de mayo de 1964”, en la compleja geografía de Marquetalia: “una vereda del corregimiento de Gaitania, municipio de Planadas, Tolima; situada en la falda occidental del nevado del Huila”. Desde ese eje, el narrador va y viene con el tiempo y el espacio por los llanos y lomas del conflicto. El hilo conductor del conflicto es “la lucha por la tierra de los indígenas –paeces y pijaos– y la de los campesinos por el reconocimiento de sus derechos políticos”. Con un antecedente notable: el indio Manuel Quintín Lame (Cauca, 1880-Tolima 1967). “Era orgulloso, de pelo largo y fumador de tabaco; hablaba de luchar para devolverles la tierra a los indios”, según recuerdo del viejo guerrillero Miguel Pascuas.

El primer corte en la historia fúnebre del conflicto, arroja un inventario que da fe de la barbarie de nuestras violencias; en efecto, “según concluyó la Comisión Investigadora de las Causas de la Violencia de 1958, en el Tolima fueron asesinadas 35.294 personas y se abandonaron 93.882 fincas”. Y así, hay congresistas que se oponen con uñas y dientes a la implementación de la reforma agraria integral que dejó en marcha el gobierno de Carlos Lleras Restrepo (1966-1970), y que Misael Pastrana Borrero hizo trizas durante su cuatrienio (1970-1974). Su dudosa elección fue causa del surgimiento de otra guerrilla, el M-19.

Como esta ‘historia’ no tiene una cronología lineal, regresemos a 1957, con una pausa en el conflicto, en razón del ascenso al poder –consensuado entre conservadores y liberales– del militar Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957), bajo el lema “no más sangre, no más depredación; paz, justicia y libertad para todos”. Una retórica que no tocaba las causas reales del conflicto (la tierra), y sin solución a la vista. Con volantes echados desde aviones en zonas de conflictos, Rojas Pinilla exhortaba a la entrega de armas. La respuesta al requerimiento fue parcial por parte de los armados. Manuel Marulanda y sus hombres desconfiaron y prefirieron esperar (sin hostilidades) a ver cómo evolucionaba el asunto. Que Rojas rotulara de “guerrilleros intelectuales” a Eduardo Santos y Alberto Lleras, no era buena señal.

 

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