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Los Cien Años de Netflix

Por: Gustavo Álvarez Gardeazabal

El Porce, diciembre 16 del 2024. Quienes hemos visto adaptar al cine y la televisión nuestras novelas somos más tolerantes al emitir los juicios sobre los esfuerzos de volver grandes películas los grandes libros. Como tal, no estoy de acuerdo con quienes se han precipitado a condenar, en Madrid y en Bogotá, la versión que Netflix ha hecho de 100 Años de Soledad, la máxima novela de García Márquez, y de nuestra literatura.

A mi me pareció un espectáculo fastuoso, tal vez muy lento aunque despilfarrador de los elementos que constituyen el llamado realismo mágico, al punto que terminaron por hacerle perder la magia que encierra la novela. Los 8 largos capítulos de la serie a más de parsimoniosos están equivocados al sacrificar los destellos de la prosa buscando salvar una cronología de los acontecimientos que el libreto no necesitaba.

Pero es tan provinciana en su concepción, tan parroquial en la armazón de su estructura que en vez de volverse universal como en el texto escrito, a muchos espectadores que no han leído el libro, les debe parecer ridícula. Y puede llevar peligrosamente a que descubramos 60 años después de consagrar a Macondo que la novela no era ni tan magnífica ni tan genial sino una colección de narraciones estrambóticas imposibles de digerir hacia el futuro.

Sin embargo nadie puede despreciar que es un logro montar la trama de la serie sobre Úrsula como eje central, amarrando anécdotas y lujurias hasta crecerla como personaje y como actriz. No logra igual éxito al estructurar paralelamente al coronel Aureliano Buendia y al viejo demente de su padre, amarrado a un castaño toda la pelicula. Eso si, aunque la rutina pueblerina filmada mata la gracia que catapulta a la novela escrita, la serie entretiene apoyada en hitos morbosos.

Pero no pasa de ser la historia política de Macondo, la psiquiátrica de los Buendía y la dramática de Úrsula Iguarán al frente de una familia oligarca en un pueblo de pobres. Pienso entonces en la genialidad de Francisco Norden que, con las uñas y sin boato, hizo una peliculota con mi novela Cóndores no entierran todos los días.

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