
La historia y las raíces de Florencia, Cauca, resonaron con fuerza el pasado fin de semana durante la II Feria Agroartesanal y de Servicios, donde el Concurso de Arrieros se convirtió en el evento central y más emotivo.
El evento atrajo a participantes de todas las veredas, cada uno con su mula, su lazo y su experiencia a cuestas. Los asistentes, entre familias y curiosos, se agolparon alrededor de la pista improvisada para presenciar un espectáculo que iba más allá de la simple competencia. Era un desfile de tradición. Los participantes demostraron su destreza en diversas pruebas que evaluaban no solo su habilidad para manejar la mula, sino también el cuidado y la precisión en la carga, un arte ancestral que exige paciencia y conocimiento profundo del animal y de la geografía del terreno.
En un claro homenaje a esos hombres de campo que, con su trabajo y sus mulas, han forjado la identidad de este territorio, la feria no solo celebró la producción local, sino también el espíritu inquebrantable de la cultura arriera.

El concurso sirvió como un espejo del pasado, recordando a los más jóvenes las duras jornadas que enfrentaron sus abuelos y tatarabuelos. Cada paso de las mulas sobre la tierra, cada ajuste milimétrico de la carga y cada gesto de los arrieros transmitieron la esencia campesina que hace grande a Florencia. La competencia, más que un desafío, fue una celebración de la identidad, con los participantes compartiendo anécdotas y risas, creando un ambiente de camaradería que contagió a todo el público.
Los aplausos resonaron con fuerza al final de cada prueba, reconociendo el esfuerzo y la maestría de los arrieros. Más allá de los resultados, el verdadero triunfo fue el reencuentro con una tradición que muchos temían en el olvido. Gracias al esfuerzo de la organización y, sobre todo, a la dedicación de todos los arrieros que hicieron de este concurso un espectáculo inolvidable, se reafirmó que el legado de estos hombres incansables sigue vivo y es un pilar fundamental en la cultura de Florencia. El evento no solo honró a una profesión, sino que también fortaleció el sentido de comunidad y orgullo por las raíces que definen a este municipio caucano.





