Tras la destrucción de su colegio por un vendaval, los estudiantes de esta vereda de Cajibío, Cauca, siguen sin recibir soluciones concretas.
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En la vereda San Antonio, zona rural de Cajibío, Cauca, más de un centenar de niños y jóvenes asisten a clases en condiciones precarias. Desde octubre del año pasado, cuando un fuerte vendaval derrumbó el techo de su colegio, han tenido que continuar sus estudios en una iglesia y bajo ramadas improvisadas en medio del lodo y el frío.

“La estructura quedó totalmente inservible. No podíamos seguir en los salones porque era un peligro, así que nos tocó buscar alternativas”, relatan los estudiantes, quienes, junto con sus docentes y familias, han intentado gestionar una solución con las autoridades municipales y regionales sin éxito.
A pesar de que esta medida debía ser temporal, con el inicio del nuevo año escolar la situación sigue igual. La iglesia del pueblo se ha convertido en un salón de clases improvisado, donde los niños deben esperar a que terminen las ceremonias religiosas para poder recibir sus lecciones. “No es fácil aprender álgebra o español en medio de interrupciones, con la mirada fija de los santos y el eco de las plegarias”, comenta uno de los jóvenes afectados.

Con la frustración acumulada, la comunidad educativa ha decidido visibilizar su caso a través de redes sociales, difundiendo imágenes que evidencian el deterioro de la institución y la precariedad en la que estudian. “Hemos hablado con la Secretaría de Educación y la de Infraestructura, pero las respuestas son siempre las mismas: que hay que esperar, que se necesita presentar un proyecto, que no hay presupuesto”, explican los estudiantes.
Además del abandono estatal, enfrentan otro desafío: la violencia en la región. Cajibío ha sido escenario de disputas entre grupos armados ilegales, lo que añade incertidumbre y peligro a su vida cotidiana. Aun así, insisten en su llamado a la comunidad nacional e internacional para que los ayuden a reconstruir su colegio.
“Si nos donan materiales, estamos dispuestos a levantarlo con nuestras propias manos. Lo único que queremos es estudiar en condiciones dignas”, expresan con determinación. Mientras esperan una respuesta concreta, siguen adelante con sus clases, enfrentando el frío, el barro y la incertidumbre, pero con la firme convicción de que la educación es su mejor herramienta para un futuro mejor.





