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Río Patía: Acto y palabra en la defensa de la vida

El río Patía, el más largo del Pacífico colombiano, atraviesa montañas, valles y sueños. Pero hoy, sus aguas no solo llevan memoria: arrastran también el dolor de un ecosistema que se desangra bajo el peso de la minería ilegal.

La minería ilegal está acabando con el río Patía / fotos alcaldía de Patía

Las retroexcavadoras y motobombas han convertido quebradas cristalinas en lodazales turbios. Árboles de más de cien años son talados en minutos solo para abrir paso a las máquinas, como si la vida misma pudiera reducirse a escombros.

Un problema que toca a la gente

Detrás de cada árbol caído y cada río contaminado, hay un campesino que ya no puede sembrar, una mujer que teme por el agua de sus hijos, un niño que ve morir los peces donde antes jugaba. La minería ilegal no es un asunto abstracto: es hambre, enfermedad y desarraigo.

Por eso, cuando la comunidad campesina organizada a través de AGROPATÍA y el Proceso de Unidad Popular del Suroccidente Colombiano decidió denunciar, no lo hizo por protesta sino por supervivencia. Su mensaje es claro: el agua es vida, y si el agua muere, también muere el futuro del Patía.

Acto y Palabra: la diferencia

En este escenario aparece una voz distinta. El alcalde Jhon Jairo Fuentes no se ha limitado a pronunciar discursos desde la oficina. Ha denunciado el problema en escenarios nacionales y, sobre todo, ha acompañado a su pueblo en territorio.

Su postura se resume en una máxima que viene de las luchas populares: “acto y palabra”. No es solo hablar: es decir y hacer, es comprometerse con hechos. Lo ocurrido ayer —la presencia del mandatario en una verificación de minería ilegal— es prueba de que su palabra no es hueca, sino acción concreta.

La urgencia del Estado

La dimensión del problema supera las capacidades de un municipio. La tala indiscriminada de árboles centenarios, la contaminación con mercurio y la destrucción de afluentes requieren acciones urgentes del Estado colombiano: operativos judiciales efectivos, control real sobre la maquinaria ilegal, programas de recuperación ambiental y alternativas económicas para las comunidades.

El mercurio y otros químicos envenenan el agua que antes daba alimento y hoy genera miedo. El Patía está herido.

La voz del alcalde y de su gente se convierte en un clamor: no podemos enfrentar solos a las estructuras que destruyen la naturaleza. La defensa del agua exige decisión nacional, inversión y presencia institucional de verdad.

Agua, vida y futuro

Hoy el Patía pide auxilio. Y en medio de la adversidad surge una certeza: la vida solo se defiende con actos y con palabra. Eso significa que no bastan los comunicados, ni las promesas: se necesitan pasos firmes, decisiones valientes y compromisos cumplidos.

El alcalde Jhon Jairo Fuentes ha dado un ejemplo de coherencia y valentía, pero la batalla es de todos. El agua es un bien común, la vida es un derecho colectivo, y el futuro depende de lo que hagamos ahora.

El río sigue fluyendo. Y con él, la esperanza de que los pueblos del Patía no serán derrotados por la codicia, sino recordados por su capacidad de defender la vida cuando más lo necesitaba.

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