Ayer, 21 de octubre de 2024, nos dejó Guido Barona Becerra, un hombre cuya vida y obra dejaron una huella imborrable en quienes tuvimos el privilegio de conocerlo. Historiador, académico y crítico, Guido no solo dedicó su vida a desentrañar los complejos hilos de la historia, sino también a formar mentes capaces de pensar con rigor y profundidad.
Detrás de su carácter recio y directo, se escondía un maestro profundamente comprometido con enseñar a pensar en forma crítica y a hablar siempre con la verdad, sin importar cuán incómoda pudiera ser. Su franqueza era su marca distintiva, un reflejo de su integridad intelectual y personal. Para Guido, la verdad no era negociable, y nos impulsó a enfrentarla, aun cuando doliera.
Sus estudiantes y colegas conocieron en él no solo a un profesor sino a una fuente inagotable de inspiración. Su pasión por el conocimiento no era simplemente un acto académico, era un llamado a cuestionar, a no aceptar las cosas tal como se nos presentan y, sobre todo, a entender las complejidades que nos rodean. Guido comprendía profundamente las barreras que la condición humana a menudo pone para avanzar, y desde esa comprensión, nos retaba a superarlas.

En una sociedad donde la desinformación y la polarización parecen ganar terreno cada día, el valor de la verdad se vuelve más necesario que nunca. Guido Barona Becerra nos enseñó que la verdad no solo es un acto de valentía, sino también un principio esencial para la convivencia y el progreso. En un mundo donde las narrativas se construyen con facilidad y donde muchas veces la opinión reemplaza al hecho, Guido nos recordó que solo a través de la verdad es posible el entendimiento profundo, el diálogo genuino y la construcción de soluciones reales. Defender la verdad en estos tiempos es un acto de resistencia frente a la confusión, y Guido fue un ejemplo vivo de esa resistencia, mostrándonos que, aunque el camino de la verdad puede ser incómodo y desafiante, es el único que nos llevará hacia una sociedad más justa y consciente.
Con un humor inteligente y comentarios cargados de sabiduría, Guido podía ser un crítico duro, pero lo hacía con el propósito de construir, de iluminar caminos desde la realidad, no desde fantasías. Para muchos de nosotros, fue una guía hacia la verdad, una verdad que nos invitaba a confrontar la realidad, a no temerle y a actuar con convicción.
Ser profesor es transmitir conocimientos, compartir información valiosa y guiar en la comprensión de conceptos y hechos; una labor indispensable en cualquier sociedad. Pero ser maestro es algo más profundo. Un maestro, como lo fue Guido Barona Becerra, no solo enseña contenidos, sino que forja el carácter y promueve virtudes. Mientras los profesores se enfocan en el qué y el cómo, los maestros se preocupan también por el ser y el por qué. Guido era un maestro en el sentido más amplio de la palabra: no solo nos dio herramientas intelectuales, sino que nos enseñó a ser íntegros, a pensar críticamente, a tener el coraje de buscar la verdad y a actuar con responsabilidad frente al conocimiento. Ser maestro es formar personas, no solo alumnos, y Guido hizo de esta misión su propósito de vida.
Hoy, Guido Barona Becerra se va, y con él, perdemos una voz imprescindible. Su partida deja un vacío difícil de sobrellevar. Sin embargo, nos queda su legado: la enseñanza de que el conocimiento, la crítica y la verdad son los pilares fundamentales para construir un futuro mejor. Descanse en paz, maestro.