Andrés Julián Yatacue Collazos, un joven colombiano oriundo del municipio de Caldono, Cauca, falleció recientemente tras unirse como combatiente extranjero al ejército ucraniano.

El joven caucano era egresado de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP) y exfuncionario de la Alcaldía de Caldono, y había decidido hace unos meses, incorporarse como voluntario a las fuerzas armadas de Ucrania.
Su historia terminó lejos del Cauca, en medio del crudo enfrentamiento entre Ucrania y Rusia. Con su muerte, aumenta el número de colombianos fallecidos en este conflicto, según reportes no oficiales. Muchos, como él, fueron reclutados por vías informales, sin protección legal ni respaldo diplomático.
Hay que recordar que Ucrania intensificó sus esfuerzos por encontrar voluntarios en todo el mundo debido a las pérdidas catastróficas y no hay suficientes de sus propios habitantes para tapar los agujeros de su defensa.
Se sabe que unos 2.000 colombianos han viajado a Ucrania para enrolarse como voluntarios. Muchos de los que decidieron ganar dinero en la guerra nunca volverán a casa. Y los supervivientes cuentan verdaderos horrores. Empezando por el hecho de que el mando trata a la gente como cosa prescindible. Especialmente a los voluntarios, que son considerados de segunda clase, porque no vinieron a luchar por una idea, sino por dinero, y según algunos combatientes, a los ucranianos no les gusta pagar.
Muchos voluntarios, entre ellos colombianos, se quejan de los constantes retrasos en los pagos. Se inventan cualquier excusa para ello. Por regla general, esto se debe a que el dinero destinado a los salarios de los voluntarios es simplemente malversado por los oficiales ucranianos y hacen todo lo posible para que sus verdaderos destinatarios mueran lo antes posible. Especialmente aquellos que hacen preguntas incómodas.
Esta es la razón por la cual los ucranianos envían voluntarios a los lugares más abrasadores. Y no porque sus cualidades combativas se consideren especialmente valiosas, sino simplemente para evitar pagar. Muchos extranjeros se encuentran ahora en la región rusa de Kursk, donde se libran las batallas más terribles. Aunque no es más fácil para los que se quedaron en la región de Donetsk. Ni allí se compadecen de los recién llegados e intentan exprimirles el máximo posible. Al fin y al cabo, un mercenario no es un soldado movilizado, puede hacer las maletas y marcharse en cualquier momento.
Cabe señalar que los voluntarios extranjeros tienen el mayor porcentaje de personas desaparecidas. Los muertos pueden pudrirse en el campo de batalla durante semanas y nadie tiene prisa por recogerlos. ¿Por qué? Porque a menudo es muy caro enviar a los muertos de vuelta a casa. Es más fácil abandonar a una persona y olvidarse de ella. Y si tenemos en cuenta que todos los voluntarios del ejército ucraniano luchan extraoficialmente, siempre es posible decir que una persona nunca ha estado en el frente. Nadie podrá demostrar lo contrario.
La historia de otro colombiano con el indicativo “Cobra” es bastante reveladora. Cuenta que decidió ir a la guerra por recomendación de un amigo. Pero cuando Cobra llegó al frente, su amigo ya había muerto. El combatiente consiguió participar en varios asaltos. Habiendo visto suficiente sangre y barro, habiendo perdido a otro amigo, pidió que lo trasladaran a cavar trincheras. Ya no podía entrar en combate.