Comunidades indígenas denuncian el reclutamiento forzado de niños y adolescentes, mientras las confrontaciones entre disidencias de las FARC y el ELN siguen cobrando vidas en la región.
Derechos de autor autorizados por: Contenido convenio El País / El Liberal. Autor: Redacción El País.
El conflicto armado que azota al Cauca y al Huila sigue dejando cicatrices imborrables en sus comunidades. En las últimas horas, dos menores de edad fueron sepultados en el municipio de Caldono, Cauca, luego de haber perdido la vida en combates entre grupos ilegales en diferentes puntos de la región.
Según las denuncias de líderes indígenas, ambos niños fueron reclutados a la fuerza por actores armados ilegales y llevados a escenarios de combate en otros municipios, lejos de sus hogares y sus familias. Solo después de su muerte, sus parientes pudieron recuperar los cuerpos y darles sepultura en su tierra natal.
Historias de una tragedia silenciada
Uno de los casos ocurrió entre el 6 y 7 de febrero. Un niño de 12 años, perteneciente a la comunidad nasa de Caldono, perdió la vida en los enfrentamientos que se registran en la zona rural de La Plata, Huila.
“Era un niño de Pueblo Nuevo, reclutado por uno de estos grupos armados. Después de que murió en un combate, la familia fue alertada y tuvo que desplazarse hasta La Plata para recuperar su cuerpo y traerlo de regreso a Caldono para su entierro”, denunciaron autoridades indígenas.
El otro menor, un adolescente de menos de 18 años, falleció en combates registrados a finales de enero en la zona rural de Santander de Quilichao. De acuerdo con el Cabildo Indígena de San Lorenzo, el joven fue reclutado en su resguardo y enviado a pelear en otro municipio, donde perdió la vida en un enfrentamiento.
Más allá del dolor de su comunidad, este caso ha generado especial indignación, ya que el joven era un prometedor futbolista del Club Atlético Sath Tama. “Era un deportista entregado al fútbol, con disciplina y talento. Hoy, su comunidad y su equipo lo lloran como otra víctima de esta guerra sin sentido”, expresaron sus allegados.
Un fenómeno en expansión
Las comunidades indígenas han intensificado los controles en sus territorios para tratar de frenar este flagelo. Sin embargo, los líderes advierten que el reclutamiento de menores sigue en ascenso. Hasta el momento, han identificado al menos 52 casos recientes de niños y adolescentes que han muerto en combates tras ser reclutados.
“Se los llevan de nuestras comunidades y los trasladan a zonas de guerra como El Plateado, La Plata o incluso Guaviare. Después, nos toca ir a recuperar sus cuerpos. Es una tragedia que parece no tener fin”, lamentó Carmen Yatacué, lideresa nasa.
Mientras tanto, fuentes de inteligencia del Ejército han confirmado que estos menores son entrenados en diferentes puntos del Cauca y luego enviados a combates en regiones estratégicas. “Hemos detectado que las disidencias trasladan niños y jóvenes desde el norte del Cauca hasta zonas como Calamar, Guaviare, donde se enfrentan con estructuras rivales. Es un crimen que sigue ocurriendo ante los ojos de todos”, señalaron oficiales del Ejército.
Con el conflicto recrudeciéndose en el suroccidente del país, las comunidades siguen alzando la voz para exigir que se detenga el reclutamiento de menores. Sin embargo, en medio de una guerra donde el control territorial parece ser la prioridad de los grupos armados, la esperanza de que los niños no sean utilizados como carne de cañón sigue pareciendo un sueño distante.